- Vincent Bolloré puede llegar al 29,9% en cualquier momento, frente al 40% que controla Berlusconi.
- Vivendi tiene mucha producción audiovisual, pero le falta información, que le aportaría Mediaset.
- Lo único que no tiene el grupo francés es la galaxia Guttemberg (prensa), pero es un gigante global de los medios.
- Para eso está dispuesto a hacer ingobernable Mediaset, mientras Berlusconi busca aliados para controlar el 51%.
Guerra abierta en todos los frentes entre dos empresarios de peso, el francés
Vicent Bolloré y el italiano
Silvio Berlusconi, con dos grandes grupos de comunicación como brazos armados:
Vivendi y
Mediaset.
El objetivo del empresario bretón está claro: aspira a convertir a Vivendi en un
gigante global de los medios y las telecos. O lo es que es lo mismo, dar eco al
laicismo francés -él mismo es uno de sus estandartes- controlando el grupo italiano, que a su vez controla a la segunda pata del
Duopolio TV en España:
Telecinco-
Cuatro. En los dos casos -Italia y España-, con un modelo televisivo tan barriobajero como rentable.
El trasfondo ideológico está tan claro como, desde el punto de vista empresarial, empiezan a casar todas las piezas del puzzle. Es la explicación que flota en el
gran salto dado por Vivendi, esta misma semana, sobre el capital de Mediaset. En menos de cinco días, la participación del grupo francés ha pasado del 3% al 26,7%, un desafío en toda regla para incomodar a su principal socio,
Finisvest (40%), o lo que es lo mismo, a su dueño, Silvio Berlusconi.
No sólo eso: ha anunciado ya que no tiene reparos en alcanzar el 30%, lo que le daría opciones a tener una minoría de bloqueo en el grupo italiano, a la espera, naturalmente, de que Berlusconi se avenga a negociar. Obviamente, el paso siguiente de Vivendi, si pasa del 30%, sería lanzar una OPA. Fininvest, mientras, no permanece callada: habla de "una operación hostil". O eso, o llegar a un acuerdo para repartirse el Grupo.
El grupo francés espera que Mediaset le dote de la herramienta que le falta, la información, para ser un coloso en toda regla.
Vivendi tiene presencia, de hecho, en todos los mercados de comunicación, salvo prensa, de entretenimiento y
telecos. Controla la industria discográfica y de videojuegos (
Universal Music Group,
EMI) y es la dueña del
Grupo Canal , la cuna de la inteligencia
progre -y directamente masónica- gala. En Francia se dice que Canal es un bien de Estado, que encarna la famosa, y archiprotegida, cultura francesa. El masoncete
André Rousselet era el gurú de esa cultura oficial y subvencionada, que recogía los principios de la Francia republicana y lacicista.
La
prensa italiana se pregunta ya por las combinaciones con las que puede jugar Berlusconi, que de momento se acoge a la
italianidad de Mediaset y al peligro de que pase a ser controlada por un grupo francés.
Es el mensaje que ha estado lanzado esta semana
Il Cavaliere, consciente de un problema añadido: Fininvest no puede comprar más acciones de Mediaset hasta abril de 2017. La razón está en la ley italiana, que prohíbe a un accionista comprar más del 5% de una sociedad en un año.
De ahí la queja de Berlusconi:
"Nos encontramos en la absurda situación de no poder comprar, mientras los franceses tienen posibilidad para comprar el 29%". Pero eso no evita otra cuestión, que también está sobre la mesa:
o consigue aliados para controlar el 51% o tendrá problemas por los enredos de Vivendi. Claro que el acceso al 20%, en mano de otros accionistas, también puede ser una de las bazas que juegue Vivendi.
El enfrentamiento entre Vivendi y Mediaset se remonta a julio, cuando la primera se echó atrás para comprar
Mediaset Premium, la televisión de pago, lo que Berlusconi interpretó como un movimiento torticero para depreciar sus acciones en bolsa y lanzar después una OPA. El caso sigue en los tribunales porque Mediaset exige una compensación a Vivendi de nada menos que 570 millones de euros.
Curiosamente, uno de los interesados en comprar ahora la televisión de pago es
Sky Italia, controlada por el grupo de medios de
Rupert Murdoch. Los contactos ya se han iniciado pero la operación depende, en cualquier caso, del desenlace judicial.
Rafael Esparza