Te desposé para amarte, le dijo el mariscal Otto von Bismarck, un tipo muy romántico, a su esposa. Es decir, no me casé contigo porque te amara, sino para amarte. El prusiano tenía claro qué cosa era el matrimonio. O sea, mismamente como el hombre actual.

Ocurrió cuando la esposa de Bismarck, el chico del casco con pico al que nos imaginamos en cualquier escenario menos en el de las artes amatorias, le escribió una carta durante su estancia en Rusia. Le pedía a su esposo militar que no se olvidara de ella, una humilde campesina, cuando contemplara a las estatuescas princesas rusas (al parecer, en aquel momento, las rusas debían ser el icono de la belleza femenina mundial). Y el mariscal Von Bismarck le respondió eso mismo: ¿Olvidas que te desposé para amarte? Otra vez: no me casé contigo porque te amara, sino para amarte. No era una condición, era el objetivo.

El sexo sin amor no es más que violencia

El amor, un concepto muy confuso en estos tiempos de pánico. De entrada, pánico al compromiso, que no es poco. Y luego, otro miedo, más lógico, al ver que los divorcios superan a los matrimonios y que un amor para toda la vida parece imposible. Tan bajo hemos llegado.

Y si el concepto de matrimonio anda confuso, no digamos el de amor, más importante, y el de sexo. Dos apuntes: el sexo sin amor no es más que violencia. Más: el sexo, si no está provisto de amor ni conducido a su fin natural -la procreación-, no es más que un síntoma de dominación.

Y el sexo, si no está provisto de amor ni conducido a su fin natural -la procreación- no es más que un síntoma de dominación… mutuo

Y el hecho de que pueda ser dominación del varón hacia la hembra o de la hembra hacia el varón no me consuela mucho. Bueno al feminismo sí, pero es que el feminismo es una de las grandes chorradas (las conocidas ‘grossem chorradem’, que diría Bismarck) fundamentales de nuestro tiempo.