Sánchez, ‘ridículus’ y comecuras. El hombre fuerte se vuelve débil cuando cae en el ridículo
Pedro Sánchez no se caracteriza por su humildad y encima se mete en todos aquellos charcos que pueden excitar el sentido del ridículo hispano… que es enorme, desde la cuna a la tumba.
La teoría política del colchón del lecho marital monclovita, que el ilustre estadista cambió cuando llegó a Moncloa, se ha convertido en el ‘vendidísimo’ de las redes sociales, porque a los españoles, como a cualquier otro, nos gusta reír.
Iván Redondo decreta que en España no hay agnósticos: solo católicos (minoría), anticlericales (mayoría) y cristófobos (minoría creciente)
Y lo del doctor Sánchez -o la doctora, escritora, sabelotodo y tránsfuga, Irene Lozano- confundiendo a Fray Luis de León con San Juan de la Cruz también tiene su encanto.
Pero ojo, no olvidemos que el presidente del Gobierno es rencoroso y antiteo. No soporta la crítica y mucho menos que le ridiculicen. No perdona -los exlíderes del PSOE saben mucho de eso- y es de los que consideran que el único remedio contra el rencor es la amnesia.
Y no olvidemos lo que ideológicamente caracteriza a Sánchez: su cristofobia.
Su gran asesor, Iván Redondo, ha decretado una premisa estratégica que a Sánchez le viene como anillo al dedo y que el pasado martes pudo vivirse en el Congreso con la reforma educativa socialista y podemita, que consiste en lavarle el cerebro a nuestros hijos. La tesis redondista puede resumirse así: en España no hay agnósticos, solo católicos (minoría), anticlericales (mayoría) y cristófobos (minoría creciente).
En el fondo, ha llegado a la misma conclusión que Pedro Arriola, su homólogo en el PP: el voto católico no existe
En el fondo, miren por dónde, Redondo ha llegado a la misma conclusión que Pedro Arriola, el gran asesor del Partido Popular, tanto con Aznar como durante casi todo el marianismo: el voto católico no existe en la católica España. Que se aguanten los creyentes.
Y lo terrorífico es que puede no andar muy desencaminado.
Pero como, a la postre, todo lo que no es de Cristo acaba en el ridículo, ahí tenemos el Falcon de Sánchez con el colchón a la grupa: las grandes decisiones de un estadista: cambiar su colchón de Moncloa.
Porque lo ridículo no es cambiar el colchón marital de Moncloa: lo ridículo es contarlo con prosopopeya y pretender convertirlo en teoría política.