- Negocia la venta de Santillana al fondo Rhône Capital, detrás del cual está el fondo soberano emiratí.
- Las corrientes del islam, a muerte entre ellas, no son un problema ideológico para Janli: Qatar está en el accionariado y Santillana se vende a Emiratos (Real Madrid y Barça al mismo tiempo).
- Los bancos y Telefónica le han dado un ultimátum para que se suelte su última joya financiera y reduzca la deuda de una vez.
- Han impedido que el grupo naufrague (capitalizando deuda y con financiación blanda) pero están hartos.
- Y a ese empeño se ha sumado también el PP, tras la orden de Soraya a César Alierta para que no eche a Cebrián.
PRISA ha confirmado en un
hecho relevante a la
CNMV las conversaciones con el fondo americano
Rhône Capital para vender su 75% de
Santillana, algo que intenta desde el año pasado, ojo, no porque le guste, sino porque no le queda otra para reducir su deuda. La operación, en cualquier caso, necesitaría el visto bueno del fondo
Victoria Capital (25%), aunque no pondrá pegas.
El problema no es otro que la
deuda financiera (1.543 millones de euros hasta junio), mientras
Janli Cebrián (
en la imagen) se ha hecho el remolón, hasta ahora, para rechazar otras propuestas presentadas porque ofrecían menos de lo que pide (1.500 millones).
Pero
Janli tiene también en frente, desde hace meses, un ultimátum de
Telefónica y los
bancos (
Caixabank,
Santander y
HSBC) para que venda Santillana, manteniendo otros activos (
El País, la Ser o
As), hartos, básicamente, de su gestión -que ha llevado el grupo a la ruina- y de tener que
impedir el naufragio (léase, mantener el grupo con financiación blanda y capitalización de deuda, algo que no ha hecho con otros).
Y a eso se ha unido, después, el abrazo lanzado desde el PP, con la
orden de Soraya Sáenz de Santamaría a César Alierta de dejar en paz a Cebrián, que ahora ha convertido a
El País y la cadena Ser en medios pro
PP y anticatalanes (o antiseparatistas catalanes). El plan de Alierta era unir el 14% de
Telefónica al 19% que posee Amber en
Prisa para tumbar a Cebrián con la aquiescencia de los bancos (que controlan el 20% del capital).
Y del fondo del problema -la deuda- a otros fondos de la cuestión, que tiene lo suyo. El aliado financiero del fondo Rhône Capital es el
fondo soberano de Abu Dhabi (ADIA) -socio también en la operación-, o lo que es lo mismo, Emiratos Árabes Unidos, una de las petromonarquías del Golfo, enfrentado ahora a Qatar, junto a
Arabia Saudí y otros países. Pero la
familia real de Qatar es, a su vez, accionista de Prisa (8,17%) a través International Media Group (
representada en el consejo por
Khalid Al Thani's). Vamos, que Cebrián se agarra a todos los clavos, como si fuera el
Real Madrid y Barça al mismo tiempo. Y los árabes, mientras, no buscan beneficios, ojo, sino influencia.
Extraños compañeros de viaje, por tanto, en un momento en que el Golfo cerca a Qatar por financiar el
terrorismo yihadista y amenaza la seguridad en la región. Otra cosa es la respuesta de Qatar, que no está dispuesto a plegarse a la consigna saudí y mantiene, a pesar del bloqueo, su acercamiento a Irán y Turquía.
Nueva operación de venta
La nueva operación de venta de Santillana no es la primera. Lo ha intentado desde noviembre del año pasado con otros candidatos (
Carlyle,
PAI Partners y también Rhône Capital en otra ocasión), pero con un no en todos los casos porque sus ofertas estaban por debajo de los 1.500 millones.
Prisa, esta vez -bueno, como otras-, no da más detalles, ni de plazos ni de capital, pero no estará con toda probabilidad por encima de los 1.400 millones.
Pero el problema -gordo- es la deuda para un grupo que sigue en pérdidas
y no genera ingresos suficientes para pagarla. Y de esa deuda (1.543 millones), 956 millones vencen a finales de 2018. Debe vender Santillana -una
joya financiera, por los ingresos que genera-, por tanto, porque no le queda otra.
A Cebrián se le acaba el tiempo, dicho de otro modo. Ya intentó vender Santillana, sin éxito, a los alemanes de
Berstelsmann, a los españoles de
Planeta y a los británicos de
Pearson, pero no les interesó, y desde entonces la alternativa está en los
fondos de inversión.
A los grupos editoriales no les interesa, por distintos motivos. No les interesa Santillana -sin
Alfaguara, que vendió en 2014 a
Penguin Random House (propiedad Berstelsmann)- por el negocio menguante de los libros de texto -por la
digitalización y los
libro-tablets-, salvo en Hispanoamérica.
Rafael Esparza