Ismael Clemente CEO de Merlin Properties y Alfredo Zamarriego, responsable de la oficina sur de Europa de Brookfield
Merlin Properties es la obra de Ismael Clemente. El vicepresidente del Gobierno, Pablo Iglesias Turrión, todavía no se ha enterado de qué es una Socimi, el nombre le suela fatal, a fondo buitre o algo así, y por eso pretende ponerles el rejón de un impuesto especial, cuando, precisamente, lo que caracteriza las socimis es su obligación de dividendar por un altísimo porcentaje -a veces la totalidad- de sus ganancias.
Para eso fue creado el modelo socimi para asegurar un dividendo fuerte al pequeño ahorrador norteamericano, ajeno a la evolución de los mercados bursátiles.
Y entonces es cuando Merlin se posiciona como uno de los desarrolladores de la operación Chamartín, ahora Madrid Norte, lo que todavía la hace más atractiva.
Pues buen, Merlin es una de las tres grandes socimis que cotizan en el Ibex-35 y ahora se ha convertido en el objetivo agosteño de los mercados, cuando el poderoso fondo canadiense Brookfield capitanea una operación… que se ha calentado antes de lo conveniente.
Desde luego, si la opa se lleva a efecto los canadienses tendrán que elevar el precio de mercado
La oficina del sur de Europa del fondo Brookfield la capitanea Alfredo Zamarriego. En ella trabajan el analista Alberto Nin Garaizabal, hijo del que fuera CEO de Sabadell y de Caixabank, Juan María Nin.
Una operación de este tipo se plantea primero a los grandes accionistas. Sobre todo al primero de ellos, Banco Santander que posee el 22% de Merlin. Y algo más: no se inicia hasta que no has hecho muy bien las cuentas.
Lo único que saben en el banco es que gente de Brookfield, en efecto, acudió a la entidad para ver si se podía hacer algo con la división inmobiliaria. Y si, entre otras posibilidades se citó la participación del Santander en Merlin. Insuficiente.
¿Cuál es ha sido el problema? El problema es que alguien, en Brookfield, se ha ido de la lengua antes de lo conveniente. Así, el valor se disparó en bolsa durante las jornadas del martes y el miércoles.
Irse de la lengua no tiene por qué empantanar la operación, que aún no hemos hablado de precios, pero a alguien el puede costar el puesto en Brookfield, donde acaban de empezar la operación y ya han iniciado una autoevaluación de la misma.
Pero la operación puede seguir adelante siempre que se acoja al valor neto por acción. Incluso con descuento, siempre que se considere que el sector es bajista pero, desde luego, al menos con un 90% de sobreprecio sobre el precio de mercado, diezmado, como en el resto de valores, por el coronavirus.
En cualquier caso, hablar sobre una posible operación con los socios del objetivo resulta imprescindible. Más allá de eso, airear una posible operación es propio de un novato o de un vanidoso. O de ambas cosas a la vez.