El expresidente de Francia Nicolás Sarkozy ha sido condenado a 3 años de prisión, con lo que podría entrar en el cárcel. Se le acusa de haber presionado a la judicatura: corrupción y tráfico de influencias. Y tiene pendiente el juicio por financiación ilegal. 

Lunes de penados: en Madrid, un juez madrileño ha procesado a Rodrigo Rato y a una decena de personas por un montón de delitos pero que se resumen en que presuntamente se habría apropiado de parte del dinero que Bankia, entidad que presidía, dedicaba a publicidad.

¿Puede un hombre ejercer el Gobierno sin incurrir en delito? A la vista de lo que ocurre, no parece posible

En vísperas de las elecciones al Barça, algo más que un club de fútbol, el presidente saliente Josep María Bartomeu ha sido detenido tampoco sabemos muy bien por qué: si ha metido la mano en la caja o si contactó agencias para poner a sus jugadores díscolos como no digan dueñas… o para defenderse de las críticas de los díscolos. Una tentación que debe ser dominada por todo presidente de club.

De postre Roger Torrent, el presidente del Parlament, de ERC, ha sido acusado de utilizar al Parlament para denigrar al Rey. Bueno, para poner en solfa a la monarquía.

Lo de Sarkozy es una buena noticia para Macron y Le Pen, lo de Rato para Sánchez, lo de Bartomeu para Laporta y lo de Torrent beneficia a Torrent que ya tiene para presumir de victima durante al menos una legislatura.

Características comunes a todos esos casos, que mucho nos dicen acerca de la política del siglo XXI. En primer lugar, la judicialización de la política, mucho peor la politización de la justicia.

En segundo lugar, se trata de una judicialización política a posteriori, una vez que han abandonado el poder o el cargo. Es decir, la no muy osada práctica de pisarle el rabo al león después de muerto.

Lo de Sarkozy es una buena noticia para Macron y Le Pen, lo de Rato para Sánchez, lo de Bartomeu para Laporta

Otro eje común a todos los casos es ese: persecución judicial a partir del abandono del cargo, no antes lo que, por cierto, también ha ocurrido con Donald Trump, a quien los demócratas progresistas, Joe Biden y Nancy Pelosi intentan meter en la cárcel a cualquier precio. La mejor manera de vencer al enemigo político no es en las urnas, sino en los tribunales: tengas juicios y los ganes.

Al final, ¿puede un hombre, incluido un santo, ejercer labores de gobierno, sea en un país o en un club de fútbol, sin incurrir en delito? A la vista de lo que ocurre, no parece posible.