Insistimos: peor que la politización de la justicia es la judicialización de la política
Pablo Iglesias se despide del Congreso con una querella contra Teodoro García Egea. En Podemos son así: primero el saludo y luego la querella criminal. Y no les va mal. Han conseguido encausar a políticos, jueces y periodistas. Vamos, a todo aquel que no les caiga bien, haciendo realidad aquello de que en el mundo hay buenas y malas personas: las buenas son aquellas que no ponen querellas al prójimo.
Podemos ha malquistado la política española por su manía de acudir a los tribunales. Además, si los jueces no les secundan arremeten contra el juez.
Por la misma razón, hay que insistir: mucho peor que la politización de la justicia es la judicialización de la política. Intentar influir en los tribunales, además de resultar casi siempre un intento fallido, forma parte del juego político.
En el mundo hay buenas y malas personas: las buenas son aquellas que no ponen querellas al prójimo
Pero lo de judicializar la política resulta más puñetero. Si algo debe auto-prohibirse un político es el uso de los tribunales como arma. Que sea buena persona, que a lo mejor los hay en la clase política.
Además, si se trata de poderes independientes que ejerzan como tales, que dialoguen o que se líen a tiros, pero sin meter por medio a los jueces. Entre otras cosas porque el debate jurídico nada tiene que ver con el político. Y porque judicializar la política es la mejor manera de conseguir eso que llaman polarización y que siempre fue conocido como enfrentamiento civil.
Cuando la gente habla busca la verdad (a veces). Cuando la gente contrata al abogado lo único que quiere es vencer con la razón o sin ella. Además, el político puede reconocer un error pero la justicia es ciega. Ni quiere ni puede reconocer sus errores. Es cosa juzgada.
Perdería todo su prestigio.