- Un enloquecido secretario general del PSOE se empeña en ser presidente del Gobierno con 90 diputados.
- Y coloca a España camino de unas nuevas elecciones.
- Que no le convienen al PSOE, dicho sea de paso.
- Rechaza el acuerdo con Rajoy, dispuesto a consensuar un acuerdo.
- Rechaza el tripartito que proponía Albert Rivera.
- Y está dispuesto a echarse en manos de los comunistas de Podemos si le dejan llegar a Moncloa.
- A todo esto, reta a Felipe González, a Susana Díaz y al PSOE de Extremadura y de Castilla-La Mancha.
Mariano Rajoy, a pesar de su fracaso el
20-D, ha conseguido que el protagonismo político pase al secretario general del PSOE,
Pedro Sánchez, que ha entrado en un estado de enloquecimiento. En pocas palabras,
Pedro Sánchez (
en la imagen) se siente acosado y pretende, sigue pretendiendo, ser presidente del Gobierno con 90 diputados.
Sólo acepta la compañía del
Podemos de Pablo Iglesias para crear, con él y con radicales de izquierda de diverso pelaje, independentistas y antisistemas incluidos, un
Frente Popular para entra en La Moncloa.
Cuando menos, Sánchez olvida dos evidencias: la primera que los neocomunistas bolivarianos de Podemos no quieren aliarse con el PSOE sino fagocitarlo. Y pueden conseguirlo. Lo segundo, que si sigue bloqueando el nombramiento de Rajoy se precipitará hacia una repetición de
elecciones, que es lo que menos le interesa. Ahora la tendencia juega a favor de Pablo Iglesias y en contra suya.
En la mañana del miércoles Sánchez le dijo no a Rajoy, quien le llamaba para poner las bases, no de un gobierno de coalición sino de un punto en común. Es decir, para orillar a Podemos.
Le dijo no a
Albert Rivera, quien iba más allá y le pedía algo parecido a un tripartito… para orillar a los neocomunistas antisistema de Pablo Iglesias.
Se enfrentó a los suyos, representados por los líderes regionales de Andalucía, Castilla-La Mancha o Extremadura, así como Euskadi y Cataluña, para quienes el
PSOE no puede pactar con quienes, como Podemos, quieren un referéndum independentista en Cataluña.
A
Susana Díaz le recordó, en público, quien mandaba en el PSOE, sin darse cuenta de que tiene fuerza para pedir un Congreso extraordinario e incluso, probablemente para cesarle. Da lo mismo: el muchacho está enloquecido o le hacemos rey o le mandamos al paro. Y la primera plaza ya está ocupada.
Y lo peor es que su discurso se ha vuelto contradictorio. Ejemplo: para decir no a la investidura de Rajoy ofrece tres razones:
- Los españoles han pedido cambio. Bueno, pero el PP ha ganado por más de 30 escaños.
- Cambio progresista, y el más progresista es él. Por eso, según Sánchez, los españoles han pedido cambiar el PP por el PSOE.
- Los españoles han pedido diálogo; por eso debe ser el PSOE quien presida el Congreso (con 90 diputados sobre 350) y quien lidere el cambio constitucional y los acuerdos de Gobierno. Para ser más exactos, él.
Felipe González está convencido de lo contrario. Debería abstenerse en la investidura de Rajoy, y luego ponérselo muy difícil a un gobernante en minoría. En un año, cuando Podemos haya vuelto a la esquina, sería el momento de plantearse la moción de censura. Pero Sánchez no quiere oír, mucho menos escuchar. Enloquecido.
Y mientras,
España ya vive en pleno guerracivilismo cainita.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com