Pablo Iglesias, el escracheador escracheado
El vicepresidente segundo del Gobierno, Pablo Iglesias, ha tomado de su propia medicina. Un grupo de comunistas de la facultad de Políticas de la Complutense, el trampolín que Iglesias utilizó para hacer carrera en política, le increpó durante una conferencia sobre un tema original: el fascismo.
Quiso Iglesias, hombre de paz, escuchar los argumentos -muy profundos, como los suyos propios- de quienes le insultaban, y tras sonreír indulgente, quizás contemplando la ingenuidad de aquellos aprendices de él mismo, los revoltosos abandonaron Mordor (así se conoce en Madrid a la facultad universitaria que catapultó a Iglesias hasta la Moncloa) y él volvió a retomar su tema favorito: palo… al fascismo.
El insultón insultado habla en plural mayestático sobre el incidente: “Creo que, modestamente, lo hemos hecho”. Iglesias ha cumplido en Mordor
Al finalizar volvió a exhibir su democrático espíritu ante los medios informativos. Ojo al dato: “Cuando uno es representante político y va a una Facultad, y le interpelan, tiene que dar la cara y responder, y creo, modestamente, que lo hemos hecho”. Ahí lo tienen: el papa y los reyes ya no usan el plural mayestático, pero don Pablo, el antifascista, sí: lo “hemos hecho”, y con mucha modestia, naturalmente.
Tras el incidente, Hispanidad quiso conocer la reacción de Moncloa al incidente acaecido en Mordor: ¡Están felices! Piénsenlo: el “escrache” a Iglesias beneficia a Sánchez. Cuando el votante de izquierdas contempla la sandez comunista se aferra a la sensatez socialista. Observen que Pedro Sánchez ya no necesita ni hablar.
Ahora Iglesias, el escracheador (lo hizo en la misma facultad universitaria contra Rosa Díez) ha sido escracheado.
Es lo mismo que ha ocurrido con la ley de libertad sexual de la inenarrable pareja de Iglesias, doña Irene Montero.
Al final, al igual que la estrella de José María Aznar declinó con el bodorrio de su hija, la estrella política de Pablo Iglesias declinará con el casoplón de Galapagar. Esa casa que según él, compró por poco más de 600.000, cuando consta una oferta anterior, rechazada por insuficiente, de un millón de euros.
¿Es esto justo? Naturalmente que no. Pero quien siembra vientos cosecha tempestades. Pablo iglesias ha medrado gracias a la injuria y cuando ha llegado a la cumbre recibe el mismo pago que a él le otorgó la injuria hacia el prójimo.
¿Qué esperaba? Quien a hierro mata a hierro muere. Y ahora, Pedro Sánchez ha descubierto que con Iglesias de vice es como él, en verdad, puede dormir tranquilo. A pierna suelta.
La figura política del líder podemita se resume así: quien a hierro mata, a hierro muere
Lo mismo ocurrió con el ridículo de la nueva ley de sexo ante notario de doña Irene Montero, donde su chico, don Pablo, salió en defensa de su indigencia para redactar una norma tildando de fascista al titular de justicia, el socialista Campo. Cuando Juan Español contempla este sainete comunista comienza a considerar al radical cristófobo Pedro Sánchez como un estadista moderado, sensato, de centro izquierda en quien podemos confiar. Algunos le llaman síndrome de Estocolmo pero en Moncloa prefieren calificar como progresismo.
Y lo peor de todo no son las andanzas de Pedro y Pablo. Lo peor de todo es que los españoles tienen miedo al coronavirus y no reaccionan ante las barbaridades de una ley educativa para la corrupción de nuestros menores ni una norma feminista, absolutamente idiota, de la que se beneficiarán las mujeres de útero fogoso y/o todas aquellas rijosas que pretendan vengarse del varón que no se les somete.
Eso sí, a partir de ahora, Pablo Iglesias-lo hemos hecho”- deberá tener cuidado con el término “vendeobreros” que ayer le aplicaron los suyos. Otros cayeron porque en la trinchera puesta, le llamaron vendepatrias. Y siempre, para unos y para otros, el insulto que más duele no es del extraño sino el del hermano.
Y por cierto, no hay que olvidar lo que Iglesias decía de los escraches en 2013, cuando los calificaba de jarabe democrático de los de abajo.