El final de los coches de gasolina y diésel enciende al sector, que vislumbra recortes de producción y empleos
La ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, ha vuelto a dejar claro, este jueves, que “no hay dudas” sobre el plan del Gobierno para prohibir la venta de vehículos diésel, de gasolina e híbridos en 2040, que es “la mejor” y está en línea con la Comisión Europea, pero desde el sector directamente afectado, el clamor es otro: un plan. Ribera no lo tiene, alegan, y es necesario cuando se marca un objetivo tan ambicioso.
A ese problema se une otro, el de las consecuencias posibles, como el recorte de producción de automóviles. No son las plantas en sí las que están en cuestión, vía deslocalizaciones, pero sí las cifras de fabricación, porque son el mercado y el consumidor los que marcan el rumbo. No es un dato baladí, si tenemos en cuenta que el destino del 85% de los vehículos es la exportación.
La ministra es consciente del peso del motor en el PIB, que da fuerza al sector para presionar
Las razones de Ribera y de la industria estallan así en el contrapunto. El sector pone de relieve la falta de concreción, algo que la ministra alarga, a su manera, diciendo que el borrador de la Ley de Cambio Climático, que es lo que le “ocupa” en estos momentos es un “documento de trabajo abierto”. ¿Por qué no negocias, entonces, antes de lanzar fechas? Ese es el principal punto de fricción.
Cierto es, en el mientras tanto, que la ministra no ha cambiado el discurso de su partido, el PSOE, que ahora gobierna -con una minoría de 84 diputados- y antes de junio en la oposición. El mensaje es el mismo: la descarbonización y las “cero emisiones” de los coches nuevos a partir de 2040.
Hay una diferencia con los países que Ribera pone como ejemplo: la planificación, ausente en el Gobierno Sánchez
Ahora bien, ese giro, con planteamientos de máximos, es precisamente lo que le cuesta encajar a la industria del motor, que tiene clara la tendencia pero no los ritmos de aplicación. En suma, los planes de Ribera le han pillado con el pie cambiado, pero es consciente, en paralelo, de su peso en términos de PIB (más del 10%), con todo lo que eso supone.
La ministra admite que el sector es “importantísimo” por el empleo y aportación a la industria, pero no puede olvidar “el cumplimiento de nuestras obligaciones en materia de clima”. Pero la industria no le echa tanto en cara eso como la ausencia de planificación.
Reynés se hace ‘portavoz’ de las eléctricas: hay que escuchar a las empresas, antes de tomar decisiones
Esa es la diferencia, precisamente, de lo que ha ocurrido en los mismos países europeos que la ministra pone como ejemplo, como Alemania, Reino Unido o Noruega, en los que sus gobiernos han puesto en marcha generosas ayudas para que la industria se adapte a las nuevas exigencias medioambientales.
Ribera ha participado en el XIII Encuentro del Sector Eléctrico organizado por el diario Expansión, y patrocinada por Naturgy. Ha coincido por tanto con el presidente de la eléctrica,que Francisco Reynés, que ha contestado a su manera al clima de seguridad que ha invocado la ministra para atraer las inversiones necesarias que transformen el sector eléctrico (más 100.000 millones).
Es justo lo que ha pedido Reynés, pero desde el otro lado, la empresa: una hoja de ruta que recoja un marco “estable y claro” en las reglas de juego, pero eso pasa indefectiblemente por escuchar a las empresas antes de tomar las decisiones.