- Al Ceo del Lloyds ya le buscan sucesor por una conducta "impropia" con una asesora de Tony Blair en un hotel de lujo de Singapur.
- Él asegura que se defenderá. Curioso, porque estaba pensando en marcharse.
- Su caso ha puesto patas arriba el concepto mismo de reputación corporativa.
- Todo ello bajo el principio gringo de que al tipo que no sabe controlar su bragueta yo no le doy el botón nuclear.
- ¿Y esto quiere decir que la reputación corporativa no tiene nada que ver con la ética? Me temo que sí.
- Ahora bien, hay mucha hipocresía británica en el caso Horta-Osório. Si fuera inglés y no portugués…
Historia de
António Horta-Osório. Banquero portugués que fuera director general del
Santander, un hombre apreciado por
Emilio Botín aunque no tanto como para atender a sus peticiones, porque el luso se postulaba como su sucesor y Botín tuvo que recordarle aquello de "esto es un banco familiar".
Horta es brillante, engreído y distante. Se marchó al
Santander Reino Unido, un tanto despechado, y en cuanto recibió la oferta del Gobierno británico para liderar el malogrado
Lloyds no se lo pensó dos veces: ofreció subirles el sueldo a los directivos de
Santander UK y se llevó su equipo entero al Lloyds, para reflotarlo
con dinero público.
Nada más llegar cae en depresión, pero el Gobierno británico le espera, paciente. Incluso en el
City se aseguraba que Horta preparaba su salida. No es un hombre codicioso de dinero pero sí de poder, de cargos y honores. En definitiva, tras la buena labor realizada en
Lloyds, Horta estaba oteando nuevos retos.
Y entonces surge el escándalo. Regresa y se realiza una buena tarea.
El que le ha montado la campaña del Lloyds -y hablamos de un banco de 75.000 trabajadores- sabía lo que hacía. Utilizó
The Sun, un diario repugnante que mezcla
sangre, sexo y escándalos varios. Pero lo malo es que le ha seguido toda la prensa británica la serie, incluida el
Times.
A Horta-Osório, le buscan sucesor como Ceo del Lloyds por una conducta "impropia". Con una asesora de
Tony Blair en un hotel de lujo de
Singapur. Se trata de
Wendy Piatt, vieja conocida del mundo británico. Y Horta está casado y tiene tres hijos.
No entro en la verdad o mentira del hecho, pero el caso es que ante la virulencia de la campaña, el acusado ha emitido un nota en la que
defiende su vida privada y pide perdón por el daño reputacional ocasionado a la entidad. Curioso, en un mundo donde se aplaude al rijoso. Resulta que el Ceo del Lloyds tiene que dimitir porque, presuntamente, no ha sabido controlar su bragueta.
Sí,
hay mucha hipocresía en Gran Bretaña. Además, si se trata de un inglés, y no de un portugués, el asunto habría cambiado.
Horta quiere presentar batalla, aunque no es precisamente el hombre más adecuado para ella; recuerden la depresión no sufrida. Alguien que le ha tratado considera que Horta
ya estaba terminando su tarea en Lloyds -buscaba otras ofertas-, pero otro ha querido quitar de en medio al portugués.
Y en los medios británicos, más que los analistas y que la propia entidad, se han decantado por la salida de Horta.
En cualquier caso,
todo ello pone en solfa el concepto mismo de reputación corporativa. Dicho de otra forma: a Horta se le está aplicando el mismo criterio sajón -en este caso norteamericano- muy calvinista, que se aplicara a
Bill Clinton cuando el
caso Lewynsky: yo no me meto en su vida privada, sólo digo que
a quien no sabe controlar su bragueta yo no le otorgo el control del botón nuclear. Traducido, quien no sabe controlar su bragueta yo no le hago Ceo del Lloyds.
Y ojo, porque ahí estamos mezclando la vida privada con la pública y al hombre público en su
vida privada. Y lo más importante: estamos mezclando la
reputación pública con la
moral privada. La reputación siempre es pública, la oral siempre es privada, pero con consecuencias públicas.
¿Y esto quiere decir que la
reputación corporativa no tiene nada que ver con la ética? Me temo que estamos diciendo justamente eso.
El resto no es más que hipocresía: que si Horta cobra mucho, que si está reflotando un banco y ha despedido a muchos trabajadores… Aquí estamos hablando de otra cosa: de
hipocresía anglosajona. Si Horta-Osório fuera inglés…
Pero la repercusión sobre la reputación corporativa puede ser bestial.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com