Hablábamos ayer del papelón del ministro de Sanidad, Salvador Illa que, como su jefe de filas, Pedro Sánchez, se dedicó a alabar los chinos, seres arcangélicos que habían tenido el detallazo de vendernos, por tan sólo 432 millones de euros, material sanitario, exigiendo el pago por adelantado y tras subastar el material entre los países peticionarios porque, miren por donde, en pocos meses China se ha convertido en el principal productor de los materiales sanitarios imprescindibles para combatir el coronavirus -virus exportado por China-, producción que subasta ente los países del mundo, quienes siempre pueden, y deben darle laa gracias al líder, Xi Jinping. Curioso: los chinos no sabían que iba a surgir el coronavirus, ni que se iba a extender por el mundo pero, miren por dónde, ya tenían fabricado el material para combatirlo… y para venderlo a buen precio.

Esto recuerda el viejo dicharacho en las Vascongadas de la transición sobre un periódico independentista (Egin), durante los años de plomo de ETA, cuando se decía que llegaban al lugar del atentado antes que la policía.

Que conste que la desconfianza sobre lo que los chinos saben del coronavirus es global. Y no escapa de ello, Mike Pompeo, el secretario de Estado norteamericano, que dice eso mismo: los chinos ocultan información sobre el Covid-19.

Así que hay cuerda para pensar que los chinos o bien crearon el virus, o bien se les fue de las manos, pero que, en cualquier caso, lo están utilizando para hacer un gran negocio y, me temo, para convertirse en la primera potencia del mundo.

Sí, el coronavirus es una guerra. Ahora hay que enterarse de que por qué los chinos han roto las hostilidades.