“Si no hay mesa de negociación entre Gobiernos votaremos no”, a la investidura de Pedro Sánchez, se entiende. Palabras de Oriol Junqueras desde la cárcel, publicada por La Razón, y que han marcado tanto el Consejo de Ministros celebrado en Madrid como a Pedro Sánchez, participante en el Consejo Europeo de Bruselas.
Naturalmente no significan nada. Es un chantaje nacionalista más que ha disparado la ruptura en el PSOE de la que hablábamos horas atrás. Porque ya comprenderán que sentarse a negociar y alcanzar un acuerdo son dos cosas distintas. Junqueras no exige un acuerdo: exige que las cámaras de televisión enfoquen y difundan una reunión entre iguales, entre Cataluña y “el Estado español”.
Y luego está el que faltaba a la cena, insigne bailarín Miquel Iceta, del PSC, empeñado en que existen 8 naciones en España y mintiendo alrededor del apoyo de la derecha española al término nacionalidad. No lo apoyó, se lo tragó distinguiendo siempre entre nación y nacionalidades para no liarla más.
Junqueras no pide negociar: lo que pide es que las cámaras difundan la imagen de una mesa ‘entre iguales’
Consejo de Ministros en Madrid y Consejo Europeo en Bruselas. Dos voces con un sólo objetivo España necesita un gobierno y el único gobierno posible es el presidido por mí mismo,
Es más: Sánchez justifica que corriera a abrazarse con Pablo Iglesias para cerrar el camino a una oferta de gobierno de coalición. Ahora, sabe perfectamente que si solicita in gobierno incluso en solitario, a Pablo Casado, a cambio de pararles los pies a los separatistas y a Podemos… Pablo Casado aceptaría. Lo que ocurre es que Sánchez no quiere.
Desde Madrid, la ministra portavoz Isabel Celaá hacía lo mismo.
Europa se compromete a la neutralidad carbónica en 2050. Para entonces, todos calvos. Hasta entonces, imposible de vigilar el cumplimiento de la promesa
¿Y Celaá qué dijo en Madrid? Que el único gobierno posible es el del frentepopulismo: Pedro Sánchez y Pablo Iglesias.
Por cierto, el tema ‘principal’ del Consejo Europeo fue el compromiso europeo de conseguir la neutralidad carbónica e 2050. Me encantan estos objetivos a largo plazo, a 30 años: en 2050 todos calvos y nadie se acordará del compromiso.