• Ojo, si logra vender los resultados como un revés pero no como un fracaso rotundo, Rajoy aguantará con el mismo Ejecutivo hasta la Generales.
  • La vicepresidenta se echa en manos del general Sanz Roldán y de María G. Pico, el hombre del Rey Juan Carlos y la gran filtradora.
  • La Ley de Seguridad Nacional no sirve para mucho, pero demuestra cuál es la actual estructura de poder en Moncloa: Moragas vigila.
  • Por de pronto, el general Sanz Roldán informa a Soraya, ésta a Pico, quien filtra esa información a los medios a mayor gloria de su jefa.
  • Por cierto, Soraya se defiende de las filtraciones (Aguirre, Rato) mientras mira de reojo a la gran filtradora, María G. Pico.
  • La vicepresidenta responde a los narcisistas de la independencia catalana a tenor de los trenes de cercanías. Y lo hace bien.
Consejo de Ministros del viernes 22 de mayo. Así, entre nosotros, la Ley de Seguridad Nacional es una castaña con pocos efectos prácticos. El nombre suena bien pero vale lo mismo para un incendio que para una alerta terrorista, para un ataque nuclear que para un colapso del sistema informático de la banca o para el Ébola. Es decir, que vale para todo y no sirve para nada. Sin embargo, sí revela, como un dibujante de alta cualificación, el reparto de poder en la Moncloa. De hecho, constituye un fiel reflejo de ese reparto, en una Moncloa partida entre marianistas y sorayistas. Ni los unos caen simpáticos a los otros ni los otros a los unos. En Moncloa aseguran que "aquí todos somos amigos" pero lo cierto es que algunos son más amigos que otros. Por ejemplo, la coordinación de esa ley 'en tiempos de paz' corresponderá a la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría (en la imagen). Pero quien la ha redactado ha sido Alfonso de Senillosa, director adjunto del Gabinete de Presidencia, cuyo jefe inmediato es Jorge Moragas, ambos anti-sorayistas declarados. En cualquier caso, la Ley de Seguridad Nacional coincide con la nueva estrategia política -más bien deriva o huida- de la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría. Soraya sabe que los ministros Ana Pastor y García Margallo anhelan su puesto. Sabe, también, que Pastor se lo ha pedido a su paisano Mariano y éste no ha dicho que no. Todo depende de los resultados del domingo. Si se consiguen salvar, por ejemplo, los ayuntamientos de Madrid y Barcelona (se imaginan ustedes a Manuela Carmena alcaldesa de Madrid y a Ada Colau de Barcelona? Como para salir corriendo) o las comunidades de derechas, sí. En resumen, si logran presentar los comicios como algo más que un fracaso rotundo, sólo eso, Rajoy no hará crisis de Gobierno y llegará a las Generales con el mismo Ejecutivo. Eso permitiría a Soraya resucitar. En esas estamos. Con una Soraya floja de remos -se quedó afónica el pasado jueves- pero empeñada en mantener la ficción de un Ejecutivo trasparente. ¿Cómo se puede ser trasparente si ella es la portavoz? La vicepresidenta se ha echado en manos de Félix Sanz Roldán, presiente del Centro Nacional de Inteligencia (CNI) -que es quien posee la información cuando existen problemas de seguridad nacional- y de su jefa de Gabinete, María González Pico. Ya no confía en nadie más aunque presume de que hay ministros que le deben mucho y que se han apuntado, como Cristina Cifuentes, a la escuela de "Soraya la limpia", a la que nadie ha logrado sacar un caso de corrupción. Entiéndase: todos los cargos públicos son imputable por algo. Sólo que algunos cuentan con el apoyo de las televisión para darle cuerda al cometa y otros no. Soraya cuenta con las teles. En materia de corrupción, la televisión marca las pautas. En España, sobre todo, La Sexta y Cuatro, los dos hermanos menores del Duopolio pero mayores a efectos políticos. Ahora bien, lo malo de Félix Sanz Roldán es que es un hombre del pasado. Para ser exactos del pasado monarca, Juan Carlos I, a quien está unido en lo bueno y en lo malo (interprétenlo ustedes como quieran que seguro acertarán). Es cierto que Soraya se apoya también en Beatriz Méndez de Vigo, la 'Ceo' del CNI, pero tras una etapa de destierro presidencial, Soraya ha vuelto a recuperar el control de los espías y, además, la reunión clave es la que celebran, generalmente los jueves, El general y la vicepresidenta. Y Soraya también sigue en manos de su jefa de Gabinete, María G. Pico, la mayor filtradora del Reino de los borbones. No con noticias malhadadas sobre la oposición, sino sobre los enemigos de su jefa en el propio PP. Naturalmente, los acusados braman contra Pico y contra Soraya. Pero la dependencia de la vicepresidenta de su jefa de Gabinete, siempre en primera fila en la rueda de prensa de los consejos de ministros, podría ser objeto de estudio psicológico. Muy profundo, naturalmente. En definitiva, Roldán informa a Soraya quien le trasmite la información a Pico para que le extraiga rendimiento. Del Consejo del viernes 22, poco o casi nada. Estamos en campaña. Soraya se conforma con llevarse muy bien preparados los asuntos polémicos y espera la pregunta de turno. Por ejemplo, la tontuna nacionalista de acusar al Gobierno central del accidente que colapsó Renfe Cercanías en Cataluña. Que desde la Generalitat se emitiera el mensaje de que esto no habría pasado con una Cataluña independiente sólo es la muestra de que el narcisista independentismo catalán se ha vuelto memo. Y a las pocas horas, problema en el metropolitano barcelonés: eso no se competencia de Madrid sino de Barcelona. La risión. Soraya dispara entonces una ráfaga de cifras donde demuestra que la cercanías de Barcelona han sido mucho más mimadas por el Gobierno de España que, por ejemplo, las cercanías de Madrid. Muy cierto. Luego viene el asunto de las filtraciones, tras el recurso interpuesto por Esperanza Aguirre contra la Agencia Tributaria por la filtración de su declaración de la renta. Ahí Soraya se empecina en no echar un capote a su enemiga interna la candidata a la Alcaldía de Madrid, con quien jamás se ha entendido, y vuelve a hablar de generalidades. Tampoco responde cuando se le pregunta que si se ha investigado las filtraciones sobre la detención de Rato o sobe los salarios o de Monedero. Según ella, todavía no tiene datos. Pues es muy sencillo, en lo de Rato no se tiene más que mirar a dos metros de ellos, a la precitada María G. Pico, filtradora mayor del Reino de los Borbones. ¿Alguien se cree, de verdad, que las filtraciones sobre Rato o Aguirre van a llegar a buen puerto? La incoherencia es una virtud; la ingenuidad no. Eulogio López eulogio@hispanidad.com