Me lo contaba un párroco madrileño entre cuya feligresía abundan hispanoamericanos y filipinos.

Con motivo del Año Santo de San José. Para la novena del 19 de marzo, en este Año Santo dedicado al padre adoptivo del Redentor, adornó la imagen de San José: De repente, a los pies de la imagen aparecieron un conjunto de peticiones en papeles doblados, y la cosa le amoscó.

Enseguida encontró la respuesta, en Filipinas e Iberoamérica existe la costumbre de dejar intenciones para que San José “las sueñe”.

Recuerden, dice el Evangelio que el Señor se apareció a José, directamente o a través de sus ángeles, en sueños. Como todas las cosas de Dios, el asunto tiene su lógica.

Y más, el Papa Francisco fue quien pronunció estas palabras: “Tengo en mi escritorio una imagen de San José Durmiendo. Y durmiendo cuida a la Iglesia. Sí, puede hacerlo, nosotros no. Y cuando tengo un problema yo escribo un papelito y lo pongo debajo de San José para que lo sueñe. Esto significa para que rece por este problema”.

Al fondo de esta costumbre estupenda, propia de pueblos menos pedantes que el europeo, está la confianza en Dios, una de las características de San José que, no sólo merece la pena imitar… sino que, simplemente, constituye el ser o no ser del siglo XXI.

Ya saben, aquellas cuatro palabras que nos enseñó la mística del siglo XX, santa Faustina Kowalska: Jesús en ti confío. Y esa no es la única manera de vivir, sino la única manera de sobrevivir.