El director Denis Villeneuve ha confesado que cuando se planteó realizar esta película partió de estas preguntas existenciales: "¿Qué define a un ser humano?" y ¿quiénes somos y hacia dónde vamos? A partir de aquí ha sido capaz de elaborar una secuela sin tacha, donde la fidelidad a la película original y la calidad son sus señas distintivas. Han pasado 30 años desde los acontecimientos ocurridos en Blade Runner y, tras la quiebra de la empresa Tyrell y ante la necesidad de mano barata, otro empresario sin escrúpulos, Niander Wallace, ha tomado el relevo en la fabricación de replicantes, ahora tremendamente obedientes. Para un individuo de estas características lo importante es el poder omnímodo lo que ha propiciado que, como ocurrió en el pasado, se haya iniciado la búsqueda de los Nexus 8, que no tenían fecha de caducidad, y, nuevamente, los encargados de "esa caza" son los denominados Blade Runner. Uno de esos policias, "K", iniciará una investigación que le reportará no pocas sorpresas. El cineasta canadiense Denis Villeneuve (responsable de filmes tan potentes como Sicario o La Llegada) partía de un reto enorme: dar continuidad a un filme que, con el transcurso de los años, se ha convertido en película de culto. Y lo ha logrado desde el momento en que ha construido una historia original donde vuelve a afrontar con arrojo todos los temas planteados en Blade Runner: muestra el vacío de una sociedad deshumanizada donde impera la soledad y en la que los seres humanos son incapaces de reconocer el valor de la vida; un mundo en el que las relaciones familiares son casi inexistentes  y donde los replicantes "más humanos que los humanos"  poseen un sueño: no haber sido creados artificialmente sino concebidos por una relación amorosa. En la construcción de este relato han intervenido los guionistas Hampton Fancher (que colaboró en la historia de Blade Runner) y Michael Green, y ambos han seguido inspirándose en personajes de la novela ¿Sueñan los Androides con Ovejas Eléctricas? de Philip K. Dick. Con parajes de una belleza visual impresionante y con una atmósfera y una estética tan apocalíptica como la original, Blade Runner 2049 se aleja de la primera en que abandona prácticamente el género del cine negro para ahondar en la ciencia ficción y en el drama. Se nota una especial apuesta en sus efectos visuales como digitales; a este respecto son  fantásticos lo bien que funcionan los hologramas en el desarrollo de la trama o  la calidad mediante la cual se recrea, gracias al ordenador, a algún personaje. Bien elegido el reparto, no falta  un diálogo de gran fuerza entre Ryan Gosling y  Harrison Ford, y tampoco están nada mal las actrices donde destaca la siempre magnífica Robin Wright, Ana de Armas y una más desconocida Sylvia Hoeks, que da el "do de pecho" en  las escenas de acción. Villeneuve hierra cuando, sobre todo en el arranque, se alarga en algún discurso (del "creador" Wallace) y se recrea excesivamente en otras secuencias de belleza formal.  Igualmente, no ha podido superar un valor añadido que poseía la película original de Ridley Scott y que la ha convertido en una obra maestra: el monólogo poético del replicante Roy Batty (que Rutger Hauer  improvisó en parte) en el climax de la película. No obstante, a pesar de esos "pero" es una secuela impecable que rinde homenaje a la película original con una historia nueva bien engrasada. O, como nos decía personalmente Harrison Ford, "no se trata de una versión barata". Un consejo para cinéfilos: la apuesta visual de la película exige que la vean en una sala de cine con una pantalla de gran tamaño y calidad de imagen. Para: Los fans de Blade Runner. Cualquier aficionado al buen cine Juana Samanes