• Dentro de la lamentable cuestión mayor de que la justicia siempre se pone de parte del acusador, no del acusado.
  • Los poderosos, de la política, la economía y, ojo, la edición, han descubierto que para meter en vereda a los periodistas no hay nada como meterles una querella.
  • Y los lobbies, en particular el feminista y el homosexual, no digamos.
  • Y es que el concepto de honor da para mucho.
El político Pablo Iglesias ha conseguido que condenen al periodista Alfonso Rojo a pagarle 20.000 euros por una crítica de tono subido. Es más, Podemos se está hinchando a perseguir periodistas… en los tribunales. En Galicia, los tribunales no permiten que se llame vago a un diputado: atenta contra su honor. Jaume Roures (Mediapro) o Fernando Giménez Barriocanal (COPE) amenazan o ejecutan querellas. Los ejemplos se multiplican: los señores de la prensa, los políticos y los poderosos de la economía y atención, los lobbies (especialmente, los más activos: el lobby feminista y el lobby homosexual) se dedican a meter demandas y querellas por derecho al honor o por el aún más peligroso artículo 510 del Código Penal sobre delitos de odio, que dan para mucho. Tanto los delitos de odio como los presuntos atentados contra el honor dan para mucho, de puro equívocos y subjetivos que son. En cualquier caso, el problema es que la justicia, al menos la justicia española, tiende a favorecer siempre al acusador frente al acusado, algo que se parece mucho a aquello de que nadie es inocente mientras no logre demostrar lo contrario. En cualquier caso, el ataque a la libertad de prensa se manifiesta y es cada vez más peligroso. Su arma son los tribunales de justicia. Eulogio López eulogio@hispanidad.com