• El agnóstico tiene prejuicios… a favor del escepticismo.
  • Imparcialidad no puede ser indiferencia.
  • Y la objetividad no puede consistir en que que todo me importe un comino.
Los hay que no tienen las idas claras acerca de la objetividad, la neutralidad y la imparcialidad y la ecuanimidad. Nada preocupante: calculo que un 90% de la población. Ya lo decía Chesterton: "lo que la gente llama imparcialidad podría significar indiferencia, y lo que la gente llama parcialidad podrá significar actividad mental". El británico echa mano de un ejemplo traído de los tribunales: "Y si vamos por la calle y cogemos como jurados aquellos que no tienen una opinión formada sobre lo que juzgan es muy probable que no estemos eligiendo hombres imparciales, sino que estaremos eligiendo a los más estúpidos frente a la gente que piensa". En plata, que la imparcialidad no puede ser indiferencia y la objetividad no puede consistir en que todo me importe un comino. En el terreno de la fe, que no deja de ser el más relevante, especialmente para los incrédulos, se da por hecho que el agnóstico no tiene prejuicios. Claro que los tiene, los tiene a favor del escepticismo. De la misma forma, no hay ideario más castrante que el de quien habla de ausencia de ideario, que suele ser falta de ideas. Porque pensar, es concluir, y la objetividad es una memez. De hecho, no existe pero si la objetividad existiera sería pura barbarie. A los católicos nos acusan de dogmáticos. Y en efecto, otra vez Chesterton, "sólo conozco dos tipos de personas, los dogmáticos que saben que lo son y los dogmáticos que no saben que lo son". Quien tiene dogma y quien piensa para concluir, avanza. El agnóstico, sin embargo, no concluye. Por eso agnóstico es sinónimo de ignorante. Y naturalmente tiene sus prejuicios: tiene el feroz prejuicio del escepticismo. Por cierto, se piensa para concluir y para actuar en coherencia. Eulogio López eulogio@hispanidad.com