Cuando se hizo cargo de la Sareb (enero de 2015), Jaime Echegoyen dio un giro de 180 grados a la estrategia de su antecesora en el cargo, Belén Romana. Es decir, impulsó la venta de activos al menudeo, frente a la colocación de grandes carteras a fondos buitre, que propició Romana. En Hispanidad aplaudimos el cambio: es mejor vender más despacio, pero a mejor precio que hacerlo a toda velocidad, pero a precio de derribo y, naturalmente, a fondos buitre.

Así las cosas, la Sareb anunció el jueves unas pérdidas netas de 878 millones de euros durante 2018, un 55% superiores a las registradas en 2017. No ha sido un buen dato y Echegoyen lo sabe. El presidente intenta ahora convencernos de que la causante de esto ha sido la venta de carteras, es decir, lo que hacía Romana y que él dejó de hacer en 2015.

Don Jaime, ni una cosa ni la otra. No se pueden colocar carteras a ‘tutiplén’, prácticamente regaladas, y tampoco se puede eternizar la venta al menudeo, por mucho que se intente vender a un precio razonable. A este paso, el banco malo se convertirá en un ministerio público con vida más allá de 2027, año en el que, se supone, tiene que haber vendido todo su stock.

En cualquier caso, el presidente de la Sareb debería fijarse en cómo negocian las entidades a la hora de colocar sus activos adjudicados. Grandes paquetes a precios más o menos razonables.