• En Oriente, por ejemplo en Yakarta, se machaca el león que despedaza a los cristianos.
  • En Oriente es el dragón, criatura quimérica (¿O no?) pero extraordinariamente puñetero.
  • Pero la cristofobia de ahora es de siempre. San Agustín lo explica muy bien.
  • A lo mejor, eso sí, ahora resulta que es un pelín más intensa.
Al gobernador de Yakarta, cristiano, le han vuelto a montar el numerito islámico. Cualquier miserable mahometano -sí, hay mahometanos que son miserables- se inventa que el cristiano de turno ha blasfemado contra Alá y toda la fuerza del Estado se le echa encima. El susodicho (igualito que ocurre con los delitos de odio en España, tan aprovechados por los lobbies gay y feminista) se ve obligado a demostrar su inocencia y en una cuestión de conciencia, recinto en el que sólo Dios ve despejado. En cualquier caso, la persecución es externa en Oriente y tácita en Occidente. Allí matan a los cristianos, aquí les ningunean y censuran. Pero no hay que asustarse porque esto no viene de ahora. Un tal Agustín de Hipona (en la imagen), lo explicaba así 16 siglos atrás: "Como a nuestros mayores les fue necesaria la paciencia contra el león, así también a nosotros nos es necesaria la vigilancia contra el dragón. Jamás cesa la persecución contra la Iglesia, ya de parte del león, ya de parte del dragón, y más ha de temérsele cuando engaña que cuando se ensaña". El león es Oriente: despedaza los cuerpos. Pero el dragón despedaza las almas. Y prosigue el santo filósofo: "en otro tiempo incitaba al so cristianos a renegar de Cristo, en este les enseña a negar a Cristo. Entonces impedía, ahora enseña. Entonces usaba de violencia, ahora de insidias; entonces se le oía rugir y ahora, presentándose con aparente mansedumbre y rondando, difícilmente se le advierte". ¿Es peor el león o el dragón? Yo considero que el dragón, la cristofobia en Occidente. Ahora bien, nada indica que el dragón no pueda convertirse en león. Son tiempos de persecución y el que no lo vea puede ser por dos razones:
  1. Por cobardía. El cobarde acaba siempre por pasarse al enemigo.
  2. Por necedad. Pero la cosa resulta tan evidente que no se sabe cuándo hay mera negligencia y cuándo hay dolo.
Eulogio López eulogio@hispanidad.com