• Tenemos una sociedad muy feminizada. Eso no es bueno.
  • ¿Qué es lo que pierde a la mujer? Ser el centro de atención de lo que le rodea.
  • La mujer discreta despliega todo el genio femenino.
  • Y la necesidad de ser amada puede ser una debilidad, pero también es una grandeza de la mujer: significa que sabe amar mejor que el varón.
El feminismo del que hablábamos ayer nos ha conducido  a una sociedad muy feminizada. Y eso no es bueno. Lo bueno es que la maravilla de la feminidad se complemente y equilibre con la maravilla de la masculinidad. Más mentiras de la venenosa ideología de género: la mujer es menos violenta que el hombre. No digamos chorradas. La mujer es tan o más violenta que el hombre. Pero como no es tonta, la mujer utiliza sus armas, que no son la fuerza física. ¿O es que la única violencia que existe es la violencia física? Entre las especies irracionales sí, pero no en el hombre. Es que a la mujer no le gusta la guerra. Claro, en cuanto se declara una guerra la fuerza bruta, aun con la moderna tecnología, favorece al hombre, que tiene más poderío físico. De hecho, la feminización de la sociedad actual es de tal calibre que a veces pienso que una guerrilla diminuta no vendría mal: serviría para liberarse de la actual tiranía femenina y para valorar otros valores masculinos que hoy parecen prohibidos, como la camaradería o la disposición de ánimo para dar vida por un ideal, es decir, por algo ajeno a mí. Y si no una guerra -que siempre es terrible- al menos un renacimiento de la masculinidad. Por ejemplo, me preocupa  la actual tendencia, megatendencia, a la reclamación constante de derechos. Eso es muy femenino y no es bueno (créanlo, las mujeres también tienen defectos). Política masculina sería la  reclamación de sacrificios por ideales nobles (o innobles). Es lo de aquel espléndido relato de Giovanni Guareschi, donde un hombrecillo dominado por su mujer se afilia, primero al Partido Fascista, con correaje incluido, y luego del Comunista, hoz y martillo en la solapa, con idéntico objetivo: que su mujer deje de maltratarle y le respete un poco. No, el cuento no es de 2015 sino de 1950. Termino con otro problema de la feminización de la sociedad actual. La mujer actual se ha convertido en sujeto de reclamación de derechos y de exposición de quejas. Con ello, ha incurrido en la peor tentación femenina: convertirse en el centro de atención de quienes le rodean. Es decir, ha perdido la discreción, virtud que convierte a la mujer en un verdadero modelo a seguir. La mujer discreta desarrolla las virtudes y cualidades femeninas -lealtad, perseverancia, creatividad, diversidad, generosidad, sencillez, operatividad, magnanimidad con el tiempo, capacidad de entrega- todas ellas hasta límites insospechados. Eso por no hablar del potencial que tiene lo que algunos consideran una debilidad pero que constituye su mayor grandeza: la necesidad de ser estimada. Debilidad porque precisa de la estima ajena más que el varón, grandeza, digo, porque esa necesidad es consecuencia de que ella también saber amar mejor que el varón. Eso sí, lo que Juan Pablo II llamaba el genio femenino se hunde cuando la mujer que pretende ser el centro de atención de quienes le rodean se convierte en una plasta incapaz de rectificar. Para la mujer no-discreta el mundo se divide en dos colectivos: uno para que le admire y otro para la envidie. No necesito explicarles cuál es cuál. Y sí, lo han sacado, la ideología de género y el feminismo han creado un patológico porcentaje de mujeres no-discretas, más bien ególatras. Disculpable, claro, porque están luchando contra la malvadísima violencia machista. Eulogio López eulogio@hispanidad.com