• Un mundo que, en su exaltación de la duda, ni tan siquiera acepta el escepticismo no es más que un mundo importante y abyecto.
  • Aceptarlo todo es lo mismo que no confiar en nada.
  • Agárrese, no a la verdad sino a la certeza en que la verdad existe y es asequible.
Decíamos ayer… que el cristalógrafo de Cambridge (en la imagen), cuyo nombre la historia ha ocultado de forma artera e ingrata, entretenía nuestras meninges con una frase gloriosa: "sabemos que la mayor parte de lo que sabemos probablemente es falso". Chesterton, el jovial periodista del sentido común en medio de la locura moderna, nos lo explica así. "Un mundo en el que los hombres saben que la mayoría de lo que saben probablemente sea falso, no puede llevar el digno nombre de mundo escéptico, es simplemente que un mundo impotente y abyecto, que no ataca nada, sino que lo acepta todo pero no se fía de nada. Acepta incluso su propia incapacidad para atacar, duda incluso de su derecho a dudar". Al final, cuando no se está seguro de nada acabas guiándote por los sentimientos. Hay que guiarse por los sentimientos que, por mucho que los sublimemos, no son sino la moda del momento. Pero no se dan cuenta de que el sentimiento es voluble y el deseo termina siempre en capricho. Y la causa de la tristeza del mundo actual es que el capricho es tornadizo: "un hombre cambia de estado de ánimo cada diez minutos. Nadie puede estar seguro de ser el mismo dentro de un mes o dentro de un minuto". Y la vida esclava de los sentimientos se vuelve vértigo insuperable: "un hombre no puede elegir profesión porque mucho antes de que termine su estudios de arquitectura puede que se convierta místicamente en aviador. Un hombre no puede comprar una casa por temor a cambiar de opinión en cuanto a alfombras y cornisas". Agárrense a algo. No ya a la verdad, sino a la mera certeza de que la verdad existe y es asequible. Eulogio López eulogio@hispanidad.com