• La salvajada de Almería no puede pasar inadvertida. Me niego.
  • Porque si la vida deja de tener valor, también deja de tener sentido.
  • Y porque en ocasiones no hay nada más cobarde que el silencio.
Todavía estoy impresionado por la noticia de esas señoras almerienses que primero se embarazaban, luego abortaban, luego simulaban una accidente de tráfico y luego reclamaban a las aseguradoras la correspondiente indemnización. Uno se imagina qué puede pasar por esas mentes y por esos corazones. Porque el periplo tiene enjundia: matas a tu propio hijo, a quien has procreado para utilizarlo en una estafa, previa muerte del sujeto agente. ¿Qué está pasando en el mundo? Aunque también me he impresionado, porque ningún político ha saltado al ruedo para reprocharles esta actitud. Al menos uno. Decíamos ayer que el nuevo Congreso de los Diputados ha expulsado a los católicos, mayoría en España, según las encuestas. Y así, no es extraño que no sólo nadie abra la boca sino que nadie se atreva a abrir la boca. Y lo malo es que si la vida ajena deja de tener valor también deja de tener sentido… para uno mismo. Porque la valentía no es una virtud sino todas las virtudes en su banco de pruebas. Y así, el valor no es saber cuándo quitar una vida sino cuándo perdonarla. Pero cuando ya creamos vidas, de nuestra propia sangre, para matar y estafar, y no pasa nada, y los políticos siguen repitiendo los mismos tópicos sobre la lacra de la violencia machista… es que algo está ocurriendo en el mundo. Al mismo tiempo, esto es de Tolkien, "los actos sencillos de amor son los que detienen el miedo". Un acto sencillo de amor para dominar el miedo es denunciar lo que somos. Porque si somos lo de Almería, entonces mejor lo dejamos. Eulogio López eulogio@hispanidad.com