Parece que el timo del tope ibérico (oficialmente denominado ‘excepción ibérica’) servirá de muy poco. Y es que la cotización del gas natural en el mercado TTF holandés -de referencia para Europa- se situó el lunes 4 en torno a 160 euros por megavatio hora (MWh), el doble que hace un mes, y este martes, asciende a 170 euros/MWh, acercándose cada vez más a los máximos anuales de principios de marzo (200 euros/MWh), semanas después de la invasión rusa de Ucrania y el inicio de la guerra. Además, la Agencia Internacional de la Energía (AIE) avisa que habrá precios altos de esta energía hasta 2025. ¡Preparen los bolsillos!

Por tanto, el tope ibérico no será el ‘éxito’ que tanto ha vendido el Gobierno, sobre todo, la vicepresidenta ecológica, Teresa Ribera, aunque las cifras digan otra cosa. Hace unos días, Ribera presumía de haber quitado ya 250 millones de euros a las eléctricas, pero sólo ha rebajado un 14% la factura de la luz. ¡Ole! Es más, defendió que había supuesto “precios menores sin mecanismo” que los de los socios europeos, pese a condiciones adversas (ola de calor, recortes de suministro de Gazprom, explosión en la planta estadounidense de Freeport, baja producción de renovables -menos eólica e impacto de la calima en la fotovoltaica-). Asimismo, no hay que olvidar que el precio del gas en la Península Ibérica sólo iba a estar topado en 40 euros durante seis mes, después irá subiendo a un ritmo de cinco euros mensuales hasta el 31 de mayo de 2023. 

La AIE avisa que seguirá habiendo precios altos del gas en lo que queda de 2022 y hasta 2025, un encarecimiento en el que influirá mucho el aumento de la demanda de gas natural licuado (GNL), que cuesta más del doble que el gas natural que llega por gasoducto

Desde que el pasado 15 de junio entró en vigor el tope ibérico y hasta este martes 5, el precio del gas en el mercado ibérico del gas (Mibgas) se ha disparado casi un 66%, pasando de 80 euros/MWh a 132,54 euros/MWh. Y en esto se nota la influencia del alza de la cotización de dicha energía debido a que a la situación geopolítica se ha sumado la paralización de la principal planta de licuefacción de gas de EEUU (la de Freeport) o el recorte del 40% en el suministro que envía la gasista rusa Gazprom a través del gasoducto Nord Stream o las tensiones por las huelgas de trabajadores del petróleo y el gas en Noruega. Y por cierto, no hay que olvidar que la demanda de energía eléctrica en España ha subido un 2,8% en junio, según los datos de Redeia (antigua Red Eléctrica), en gran parte por la ola de calor, y de esta, el 28,5% fue cubierta por los ciclos combinados, seguidos a gran distancia de nuclear (19,2%), eólica (15,7%) y solar fotovoltaica (13,6%), entre otras energías. Además, aunque en el primer semestre, la eólica fue la principal fuente de generación eléctrica (con el 22,7%), le siguieron muy de cerca los ciclos combinados (20,7%) y la nuclear (20,4%), demostrando que son claves para garantizar el suministro. 

La AIE ha avisado que seguirá habiendo precios altos del gas en lo que queda de 2022 y hasta 2025, aunque la demanda bajará ligeramente este año y crecerá lentamente en los dos siguientes. Y en dicho encarecimiento influirá mucho el aumento de la demanda de gas natural licuado (GNL), que cuesta más del doble que el gas natural que llega por gasoducto, y los mayores productores -EEUU, Australia, Catar...- se inclinarán por enviar más al mejor postor. Recuerden que recientemente, Pedro Sánchez ha tenido la oportunidad de agradecer en persona a Joe Biden el caro gas que envía a España, del que se ha convertido en el principal proveedor, relegando a Argelia al segundo puesto. 

Paralelamente, este órgano de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) ha advertido que “el camino hacia las emisiones netas cero a nivel mundial será más difícil y costoso” sin la nuclear: en concreto, emplear menos esta energía de lo previsto costará a los consumidores 20.000 millones de dólares (unos 19.507 millones de euros) más al año hasta 2050. Y este es uno de los motivos de que la AIE abogue por la creación de nuevas centrales para abaratar el precio de la electricidad, alimentar la industria y conseguir los objetivos de las Naciones Unidas para revertir o ralentizar el cambio climático, en este informe. Todo ello dentro de un contexto donde la crisis energética y la guerra en Ucrania están provocando un impulso del carbón en Europa, pese a la histeria verde y en el que el PSOE lleva al Parlamento Europeo su rechazo a la energía nuclear y al gas, a pesar de que garantizan el suministro. ¡Ole!