“Hemos contratado varios cientos de empleados en los últimos años”, afirmó Ana Botín el jueves, durante unas jornadas organizadas por Bank of America, refiriéndose al área de banca de inversión del Santander. Ese es su sueño desde que aprendió el negocio en JP Morgan, nada más terminar los estudios en EEUU: competir con los gigantes del sector como Morgan Stanley, Goldman o el propio JP Morgan.

Una aclaración: hablamos de banca de inversión, no confundir con banca corporativa. Las dos trabajan con grandes empresas, pero mientras la de inversión coloca emisiones en todo el planeta y en poco muy poco tiempo, así como lidera las compleas fusiones y compras, la corporativa concede préstamos a las empresas principalmente. Uno no acude a JP Morgan para que le dé un crédito, sino para que le coloque una emisión de bonos en tiempo récord o le asegure una ampliación de capital.

Lo malo es que el historial del Santander como banco de inversión no es precisamente exitoso

En definitiva, se trata de convertir el Santander en un banco global, pero no geográficamente, sino temáticamente. Lo malo es que el historial de la entidad como banco de inversión no es precisamente exitoso, todo lo contrario que con la banca doméstica, donde el Santander es un referente en los mercados en los que opera.

Los fracasos de Botín en banca de inversión se remontan al Banco Santander de Negocios (BSN), creado nada más volver tras siete años de formación en JP Morgan. Por cierto, su mano derecha en BSN fue un tal Emilio Saracho. Botín quería replicar lo que había aprendido en EEUU, pero no funcionó y BSN pasó a llamarse Santander Investment, que tampoco cuajó.

Tanto BSN como Santander Investment han sido dos historias de fracasos que contrastan con los éxitos de la banca comercial

Botín lo intentó por todo el mundo. En Asia compró la firma Peregrine para competir con los grandes del sector, pero la crisis financiera asiática de 1997 acabó por hundir el proyecto que nunca terminó de arrancar. El agujero fue de unos 50.000 millones de pesetas, unos 300 millones de euros, pero de aquella época. También probó en China, donde constituyó un banco y nombró a la cúpula del mismo, durante un viaje en taxi. Aquello terminó como empezó, es decir, mal.

Eso sin contar con la aventura Madoff, en la que la firma Botín & Morenés (B&M) realizó inversiones directas además de trabajar como intermediaria.

En resumen: Ana Botín quiere convertir el Santander en un banco de inversión, pero la auténtica fortaleza de la entidad y donde es un referente, está en el negocio doméstico, en la banca minorista que es, además, la que presta un verdadero servicio a la sociedad.