La noticia es que la deuda de las entidades españolas con el BCE se redujo en 2022 un 33,3%, hasta mínimos registrados en mayo de 2020, según los datos publicados este viernes por el Banco de España. Hablamos de una deuda de 192.970 millones de euros, 96.591 millones de euros menos que la registrada en diciembre de 2021.

La reducción es lógica -aunque no por ello menos noticiable- debido a la normalización de la política monetaria del BCE, esto es, a la subida de tipos de interés desde julio de 2021 y a las subastas TLTRO-III para facilitar la amortización anticipada de la liquidez que otorgó a los bancos durante la pandemia.

En otras palabras, el BCE ha dejado de comprar la deuda emitida por los bancos, por lo que, a partir de ahora, las entidades deberán enfrentarse al mercado sin el paraguas de Fráncfort. Eso explica el aluvión de emisiones que hemos visto durante los primeros días de 2023, con Santander y BBVA como protagonistas.

Normal: sin el respaldo del BCE, las entidades tendrán que pagar más por sus emisiones, una tendencia que lo más probable es que continúe al alza durante todo 2023.