Como decíamos ayer, la banca europea en general y la española en particular se mueve últimamente entre la euforia por la inminente subida de tipos -en verano la primera y otra más en diciembre- y el temor a que el BCE emprenda una nueva ofensiva en forma de más capital.

En el entretanto, los resultados del primer trimestre nos han mostrado unas entidades acostumbradas a buscar negocio más allá del clásico de prestar dinero, pero con algún que otro síntoma de agotamiento, algunos provocados por enfermedades crónicas y otros derivados de circunstancias temporales como, por ejemplo, la guerra de Ucrania.

Es el caso de Unicredit, cuyo beneficio se desplomó un 72,2% durante el primer trimestre, hasta los 247 millones de euros, por los ajustes en los préstamos en Rusia por valor de 1.300 millones. Sin este impacto, la entidad que dirige Adrea Orcel habría ganado 1.162 millones. En cualquier caso, los ingresos del banco italiano aumentaron un 7,3%, hasta los 5.017 millones.

Lo mismo le sucedió al francés Crédit Agricole, que ganó un 24,1% menos por las provisiones por su exposición a Rusia, que se elevaron hasta los 600 millones de euros. Los ingresos, sin embargo, aumentaron un 7%, hasta los 9.680 millones.

El problema de Monte dei Paschi di Siena, el otro banco italiano que presentó resultados esta pasada semana y que está controlado por el Estado (64% del capital) es más grave porque lo que redujo fueron los ingresos, que no superaron los 783,2 millones, un 4,6% menos que en 2021.

Société Générale fue el que mejor sorteó las dificultades: se anotó un beneficio de 842 millones, un 3,4% superior al de 2021, a pesar de duplicar las provisiones, que alcanzaron los 561 millones.

Menos alguna rara excepción, la banca europea no anda bien porque el negocio típico bancario no es negocio desde que el BCE redujo los tipos de interés hasta niveles negativos. Así de sencillo. Bueno, y porque junto a eso, el propio BCE se ha dedicado a exigir más y más recursos propios para cumplir aquello de que el banco bueno es el que tiene mucho capital y no el que tiene poca morosidad.

A partir de este verano veremos, sin embargo, un negocio revitalizado gracias a la subida de tipos y a la retirada de estímulos monetarios. La alegría podría ser grande: cada punto porcentual de subida podría triplicar el margen de intereses de las entidades. Pero la alegría durará poco, porque el BCE aprovechará entonces para exigir más recursos propios. Motivos para hacerlos siempre hay, por ejemplo, el cambio climático y la sostenibilidad.