Las reclamaciones del Gobierno Sánchez - ahora con el ministro Bolaños en el púlpito- a Pablo Casado por la reforma laboral se quedan en nada. Sánchez se juega mucho más que aprobar la reforma sin el PP: se juega la ruptura del Gobierno y el apoyo de sus socios de investidura, es decir, del Frente Popular que le ha permitido gobernar desde junio de 2018. 

De entrada, si la reforma laboral se aprueba con ERC, como es habitual, se romperá el acuerdo social; si se aprueba con Ciudadanos se rompe el Gobierno socio-podemita. 

Antonio Garamendi, en la cuerda floja por la reforma laboral. Si se amplia la rigidez o el coste laboral, la CEOE preparará el relevo de Garamendi

Verán, Yolanda Díaz se niega a que la reforma laboral se apruebe con los votos de Ciudadanos: quiere que sea con la izquierda. Pero resulta que ERC, Bildu y hasta los burgueses del PNV exigen cambios. Además, PNV y Bildu también exigen contraprestaciones... que poco tienen que ver con la temporalidad. Por ejemplo, más beneficios penitenciarios para los presos etarras.

Más consecuencias. Esta vez en la patronal. Si se producen cambios por parte de la izquierda, hacia una mayor rigidez laboral, por ejemplo, el presidente de la CEOE, ya en la cuerda floja, será sustituido en la Confederación.

Además, PNV y Bildu también exigen contraprestaciones... que poco tienen que ver con la temporalidad

Y encima, en la misma tarde del jueves 20, el Tribunal Supremo, como era lógico, rechazaba los recursos a los indultos de los presos del procés. ¿Habrá elecciones anticipadas en primavera? Si hacemos caso a las encuestas privadas, Sánchez se cuidará mucho de convocar. Y si hace caso del CIS... pues probablemente tampoco. El CIS, en contra de casi todos los demás estudios demoscópicos, da vencedor al PSOE pero Sánchez no ganaría nada respecto a la situación actual. Tendría que pactar.