He seguido desde lejos el ascenso y caída de la primera ministra británica, Liz Truss, y confieso que no entendía nada. O sea, ¿que la líder conservadora anuncia una rebaja de impuestos (lo de sólo para ricos era el sambenito podemita español) y la libra se cae y los mercados se hunden? ¿Suena un poco raro, no?

Así que me he tenido que auscultar un poquito más a fondo qué es lo que proponía la señora Truss y ahora creo comprenderlo. Vamos a ver: los mercados no protestaban porque Liz fuera a bajar los impuestos, sino porque iba a financiar el agujero consiguiente con un aumento de la deuda pública desde el 80 al 120%. Por pura casualidad, esta última cifra es justo la que ya tenemos en España. 

De Thatcher a Truss vivimos la historia de la decadencia de la Unión Europea. El Thatcherismo no era capitalismo: era trabajo y esfuerzo

El caos en el que se ha sumido el Reino Unido de la Gran Bretaña no se debe al Brexit -¡Qué más quisiera Bruselas!- se debe a que los ingleses, como el conjunto de los europeos, se han vuelto vagos. Lo que pretendía Liz Truss era dejar de brear la gente a impuestos pero, ojo, la mismo tiempo, reducir el gasto público. Su fallo consistió en reducir ingresos más que gastos, por lo que se endeudaba más. 

Y así como la derecha europea, también la británica, se ha vuelto perezosa, y también quiere como la izquierda vivir, de Papá Estado, resulta que a sus compañeros de partido Conservador temían perder su cargo ante una debacle electoral y los mercados temían la quiebra del Reino Unido: todos contra Liz, que quería obligar a los ingleses a trabajar. 

Se la compara con Margaret Thatcher. Sí, pero el thatcherismo no era capitalismo: era trabajo y esfuerzo. Era suprimir la sopa boba, eliminar limosnas y crear empleo. Y eso la gente ya no lo quiere. De Thatcher (primera ministra entre 1979 y a 1990) a Truss vivimos la historia de la decadencia de los europeos, que sencillamente se han vuelto vagos y quieren vivir del cuento y de la limosna pública: o bien de las rentas del capital (los pocos que pueden) o bien de las mamandurrias de papá-Estado (los muchos que pueden).

Rebajar impuestos no es una mala idea: es buenísima, pero aún mejor es reducir el gasto público: acabar con el Estado del Bienestar, el refugio de los vagos

Rebajar impuestos no es una mala idea: es buenísima, pero aún mejor es reducir el gasto público: acabar con el Estado del Bienestar, el refugio de los vagos. El error de Truss ha consistido en no reducir lo suficiente el gasto público y financiar la reducción de impuestos con deuda pública. Es decir, no se atrevió a acabar con el Estado del Bienestar, que es la opción más justa.

Sí, tienen razón, Pedro Sánchez no está de acuerdo pero es que Sánchez es un ejemplo señero de la decadencia de Europa.