Ángel Gavilán dimitió este miércoles, por sorpresa, como director general de Economía del Banco de España. No es una dimisión cualquiera porque, desde que el BCE asumió la política monetaria de la Eurozona y la supervisión de las entidades más significativas, la función más importante del BdE ha sido y es la de ser el servicio de estudios de referencia de nuestro país.

La independencia, como se pueden imaginar, es clave para poder criticar la política económica del Gobierno de turno, en este caso, la de Pedro Sánchez. Y entre el elenco de informes, el Informe Anual, presentado por Gavilán el martes, apenas 24 horas antes de su dimisión, es el más relevante.

Un informe que asume las tesis del Gobierno, como les contamos en Hispanidad, y que ha provocado la salida de Gavilán, el tercer director general que se marcha, tras las renuncias de Alejandro Álvarez, ex responsable de Servicios y Personal, y Ángel Estrada, director general de Estabilidad Financiera, Regulación y Resolución.

La salida de Gavilán supone, pues, un golpe muy duro a la reputación del Banco de España que, además y como ya sucedió con Estrada, ha decidido buscar fuera de la institución al próximo director general de Economía, algo habitual en el extranjero, pero no en el Banco de España, donde las vacantes de altos cargos se cubrían con funcionarios de dentro de la casa. De hecho, es la segunda vez en la historia que el BdE utiliza este procedimiento -“expresión de interés”- tras la vacante provocada por Estrada.

En cualquier caso, el problema de Escrivá no es ideológico sino de carácter, de mal carácter, como corroboran muchos de sus excompañeros de su etapa como ministro. El Banco de España ya no es lo que era… gracias a Escrivá.