Decíamos en Hispanidad en varias ocasiones que para BlackRock ha habido un cambio en los últimos tiempos, pues ha pasado de ser uno de los primeros apóstoles de la ecología a considerar que lo del medioambiente está muy bien, pero primero hay que ser rentable (y recuerden que la ecología suele ser enemiga de la economía). Y la gestora de fondos estadounidense sigue dispuesta a no dejar de sorprendernos, porque intenta disimular el cambio y ahora ha fichado al CEO de Aramco como consejero... entre otros aspectos, por impulsar la transición energética global.

A BlackRock se le considera el fondo colonizador del Ibex (está presente en 19 de las 35 mayores cotizadas que conforman el selectivo español) y tiene una participación de unos 2.400 millones de dólares (2.138 millones de euros) en la petrolera saudí, según la agencia Bloomberg. El fondo que tiene como presidente y CEO a Larry Fink ha logrado un leve aplauso bursátil (+1%) con el curioso nombramiento del CEO de Aramco, Amin Hassan Ali Nasser, como consejero independiente, frente al leve castigo (-1,59%) que el mercado dio al estancamiento de su beneficio semestral y a la bajada de ingresos.

El fondo intenta disimular que ahora considera que la economía va antes que la ecología, pero nombra consejero independiente al CEO de la petrolera más grande del mundo, y al mismo tiempo anuncia que Bader M. Alsaad, director general y presidente del Fondo Árabe para el Desarrollo Económico y Social, cumplirá el resto de su mandato este año y no se presentará a la reelección para la junta en 2024. También ha lanzado toda una lista de elogios a Amin Hassan Ali Nasser, destacando su papel en la salida a Bolsa de Aramco -la oferta pública inicial más grande de la historia- y que ha establecido a la petrolera saudí como líder en la transición energética global, invirtiendo en tecnologías de vanguardia para abordar el desafío de equilibrar la seguridad energética y la sostenibilidad. Curioso que BlackRock destaque la transición ecológica de la petrolera saudí, que se resume en la ambición de lograr cero emisiones netas de gases de efecto invernadero en sus activos para 2050, y también la seguridad energética, cuando Arabia Saudí es uno de los grandes productores de crudo y que presiona a Occidente en el tema del precio, decidiendo si abre o reduce el grifo de la producción.