A alguien se le ha atragantado la entrevista que publicaba este lunes 3 de febrero el diario El Expansion, con el presidente de la Generalitat, Salvador Illa. Sin cortarse un pelo, el socialista dejaba claro que no le gustaba la operación hostil del BBVA sobre el Sabadell. Es más, pedía que se dejara al banco que ha regresado a casa, a Barcelona, continuar con el proyecto de sus directivos, es decir, Pep Oliu y González-Bueno.
Todo ello después de que el triunfalismo volviera a reinar en el equipo de Carlos Torres con motivo de la presentación de resultados de la entidad.
Parecía que iba a imperar el criterio del mercado, que hoy es tanto como decir de los fondos: burro grande, ande o no ande. Para los institucionales, lo importante es el tamaño, no porque crean que un banco grande es mejor que un pequeño, sino porque están convencidos y, mucho me temo que tengan razón, de que si cae un banco grande será salvado con el dinero de todos, lo que podría no ocurrir con uno más pequeño.
Ahora bien, Torres de la euforia a la depresión, porque también sabe que una absorción, teniendo en contra al Gobierno y a Competencia, no es cosa fácil. Además, el mercado no deja de exigirle menos racanería en la oferta y, a ser posible, una aportación, mayor o menor, en metálico. El problema es si BBVA puede mejorar la oferta sin pillarse los dedos.
¡Ah! y no olviden una cosa: en Cataluña la OPA del BBVA no está bien vista y la campaña de Torres para congraciarse con los catalanes no ha dado muy buen resultado, al menos por el momento.