Sin duda, ha sido uno de los asuntos más comentado en la ‘city’ madrileña durante los últimos días. Nos referimos a las declaraciones de Carlos Torres en las que -lunes 16- hablaba de superar “con creces” el dividendo de 2022 (31 céntimos de euro), “que ya fue el mayor dividendo en efectivo que hemos pagado en la última década”, afirmó en la entrevista publicada en la web del BBVA.

El afán de Torres por contentar al accionista y aumentar la cotización en bolsa es totalmente comprensible, y ningún banquero aspira a lo contrario, pero nadie en el sector se explica la bisoñez del presidente del BBVA al pregonar un aumento tan sustancioso del dividendo mientras el Foro Davos se estrenaba con el informe de Oxfam Intermón -sobre la brecha creciente entre ricos y pobres- en todas las portadas de los medios de comunicación y los líderes mundiales -por ejemplo, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen- hacían hincapié en la igualdad y la sostenibilidad.

Más grave todavía: el mismo día -lunes 16-, Pablo Hernández de Cos realizó el siguiente llamamiento: “Aunque la rentabilidad del sector bancario ha aumentado en el último año, se observan señales de deterioro de la calidad de los activos, cuya magnitud dependerá de la materialización de los riesgos para el crecimiento económico. En este contexto, se hace necesario que las entidades utilicen el incremento de los beneficios que se están produciendo en el corto plazo para aumentar su capacidad de resistencia”, afirmó durante el Ciclo de Conferencias Enrique Fuentes Quintana.

No es la primera vez que lo dice -y no será la última-, pero no conviene olvidar que Hernández de Cos habla también en representación del BCE, que también ha reclamado mayor prudencia a las entidades durante los últimos meses. Ahora habrá que ver si Torres sigue adelante o recula, al menos acerca del dividendo de 2023.