Ana Botín está convencida de que la banca doméstica va a convertirse en un mero hecho electrónico. No todos sus colegas piensan igual, pero ella, en banca doméstica, en banca al por menor, no abandona ni un solo cliente, aunque tiene claro que la banca como sistema de pagos se convertirá en un mero hecho electrónico, que precisará de muchos ingenieros electrónicos, muchos profesionales y muy poco bancarios. Además, una generación, la de Ana Botín y otros muchos banqueros, consideran que la banca doméstica no existirá.

De hecho, el Santander sigue creciendo con el modelo Openbank. ¿Significa eso que el Santander empieza a expulsar a los ancianos de su clientela? No, si algo ha aprendido Ana Botín en 10 años al frente del Santander es que no hay cliente malo, sólo cliente rentable y menos rentable y la rentabilidad condicionará lo que el banco les aporta.

No, Ana Botín no renuncia a nada pero tiene sus prioridades y un problema. Su prioridad es la banca al por mayor, entendiendo por ello, tanto la banca privada y patrimonial como la banca corporativa y de inversión. 

En esa línea está transformando el banco, especialmente, renovando la plantilla. 

Pero Botin tiene otra preocupación. La unión bancaria está a las puertas, aunque a lo mejor no es como nos la imaginamos. En Europa existen dos tendencias: la de los radicales libertarios, muy presentes en la Comisión Europea, según los cuales hay que a terminar con los bancos privados: un sólo banco, público, el BCE, y una cuenta corriente básica, movilizada con el euro digital. 

Otra tendencia, en principio integrada por la mayoría, busca una Europa con media docena, máximo una decena, de grandes bancos, y el Santander quiere estar entre ellos.

Ahora bien, eso no es una decisión bancaria sino política. Para figurar en el Olimpo de los elegidos no se necesitan bancos fuertes sino gobiernos fuertes. Y en este punto, el problema de Ana Botín se llama Pedro Sánchez, cuyo desprestigio en Europa es tan patente que ya ni en Moncloa tratan de negarlo. Y el Santander teme quedarse fuera del elenco de los elegidos, no por falta de banco, sino por falta de Gobierno.