El Kempis asegura que “más mira Dios el corazón que el don”. Es decir, más mira Dios la intención que los logros conseguidos.

Y también hay que recodar aquello de que: “cuando Pedro bautiza es Cristo quien bautiza, cuando Judas bautiza es Cristo quien bautiza”. Lo que significa que el cacao mental de tantos católicos con el Papa Francisco es porque no se separa ni a la persona del ministerio (algo muy conveniente cuando se juzga a un Papa) ni a su magisterio de su personalidad… algo extraordinariamente conveniente cunado se define a un argentino.  

Vivimos la época de la blasfemia contra el Espíritu, donde el bien se ha convertido en mal y el mal en bien. Pero Dios no pierde batallas

Así que repasamos las ideas necesarias para aclararnos en esta época de ligera -es un decir- confusión entre la grey católica: el Papa Francisco es un buen Papa… pero la Iglesia sufre la mayor crisis de toda su historia. Lo uno no es incompatible con lo otro y no debemos olvidar ni lo otro con lo uno.

Como buen argentino, Francisco es valiente; como buen argentino, no puede resistirse a la necesidad de sentirse querido

Decía Chesterton que  "ser brutal no es lo mismo que admirar la brutalidad. Lo primero puede aparecer al principio de las sociedades, lo último sólo aparece al final y como manifestación del colapso de una civilización avanzada". Pues bien, esta es nuestra era, este es el siglo XXI.

Sí: estamos ya en la batalla final… de final de ciclo, porque vivimos la época de la blasfemia contra el Espíritu Santo. Es decir, vivimos la culminación del modernismo (es decir, de la época progre). Hemos llegado al momento en el que hemos trocado el bien en mal y el mal en bien. En este escenario, Francisco hace lo que puede hacer un Papa secuestrado. Pero un Papa, sobre todo un pontífice secuestrado, no lo puede todo: su principal arma es la palabra, no tiene divisiones ni apenas medios de comunicación dignos de tal nombre. Más que información, posee mociones, que no son objeto de poder, ni tampoco de defensa, y que le proporciona clarividencia, pero no poder. Más que servicios de inteligencia, el Papa posee un cuerpo de fieles que trabaja de dentro afuera, no de fuera adentro… y muchos de ellos son los más infieles de todos porque trabajan para el Padre del orgullo.

Hablamos de la batalla por la supresión de la Eucaristía… que lo demás no son menudencias, aunque sí consecuencias

Y está siendo un Papa mártir. Habita el peor de los mundos, donde la humanidad ha perdido el sentido de pecado y donde la iglesia se encuentra infiltrada por una quinta columna que amenaza con convertirse en primera segunda, tercera y cuarta. Como buen argentino, Francisco es valiente; como buen argentino, no puede resistirse a la necesidad de sentirse querido.

Pero el mal, y los malvados nunca son muy originales. De lo que estamos hablando es de la batalla por la supresión de la Eucaristía… que lo demás no son menudencias, aunque sí consecuencias. Si no quieren perderse en esta selva de imágenes en que se ha convertido la crisis feroz de la Iglesia actual, por tanto, la crisis del mundo, siga de cerca todo lo que se refiere a la Eucaristía. Por ejemplo, basta observar a un cura, o a un laico, para saber si cree o no en la transustanciación. Y si no se cree en la transustanciación, es que la fe no está muerta, está algo peor: está podrida. Lo muerto resucita, pero lo podrido se corrompe. Recuerden que esta religión, la cristiana, tiene algo muy especial: su fundador sabe cómo salir del sepulcro.

Y esta es la razón de nuestra esperanza. Estamos en la batalla final, que ya no puede durar mucho. Y recuerden: Dios no pierde batallas. Así que no se aturdan cuando se disuelva hasta aquello que creían más firme: todo es para bien.