La manipulada rueda de prensa -la primera en meses- de Pedro Sánchez en Moncloa, tras el primer consejo de ministros de la legislatura, constituyó un buen banco de pruebas del proceso de podemización del PSOE y de sovietización de España, con dos líneas directrices: la descristianización del país y el asalto al Ejército, la policía y la justicia.

A saber: Margarita Robles, ministra de Defensa, ha convertido, rompiendo la jerarquía militar, al general Miguel Ángel Villaroya en el nuevo jefe del ejército español, el JEMAD (jefe del Estado Mayor de la Defensa). Se trata de un militar progre que Robles se encontró en el Ministerio de Defensa a su llegada. Del Aire, claro, rama de la que proceden todos los “niños” bonitos, los militares modernos del Ejército. Es el hombre que le ha explicado las estructuras del Ejército español -al menos, a su manera- a doña Margarita, como responsable técnico del Ministerio, al que en mala hora le trajo Dolores de Cospedal, ahora convertida en progre de derechas.

Sánchez no hará labor ideológica: lo único que le preocupa es permanecer en Moncloa… por décadas

El titular de Interior, Fernando Grande-Marlaska también ha hecho su recolución ‘progre’ en el Ministerio del Interior. Así, su jefe de Gabinete y hombre de toda confianza, Rafael Pérez Ruiz, será el nuevo secretario de Estado de Seguridad o máximo mandatario de todos los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado. Todo un peligro, porque Pérez Ruiz es un especialista en purgas ideológicas.

Además, para que no se le escape la Guardia Civil, siempre a caballo entre Interior y defensa, Marlaska, uno de los ministros más sectarios del Ejecutivo, también relevará al director de la Benemérita (peligroso nido fascistoide, como todo el mundo sabe) Félix Azón ya de por sí progre… pero, al parecer, no lo suficiente.

Pero más importante que los ya de por si medio domeñados Ejército y Policía es la Administración de Justicia. Esa sí que tiene que funcionar como un reloj en defensa del Gobierno frentepopulista de España.

El nombramiento de Dolores Delgado como fiscal general del Estado es uno de esos gestos de Sánchez que demuestra la tendencia del PSOE a la impunidad (vulgo caradura). Nombramiento injusto, aparatoso, polémico, de uno de los fiscales más atrabiliarios e ideologizados de toda la carrera. Es igual: puede no ser la mejor ni el nombramiento más inteligente, incluso para mis intereses, pero le nombro porque me da la realísima gana. Ahora que bramen, que para el caso que les voy a hacer.

El poderoso Iván Redondo se convierte en el censor oficial: hay que eliminar a la prensa independiente con la excusa de las ‘fake news’

Y hasta el grandísimo granuja de Pablo Iglesias, que no hace tanto exigía la dimisión de quien llamó “maricón” a Marlaska, asegura ahora que Delgado merecer todo el respeto y será una gran fiscal general.

El PP piensa plantar cara en la otra gran renovación pendiente: el Consejo General del Poder Judicial (CGOJ). Pero es que la delicuescencia en la que han caído los jueces y fiscales españoles (y el propio PP) impide encontrar -o están jubilados o están escondidos- a juristas que opongan sentido común a las barbaridad de la lacra progre en la judicatura española.

Y ojo con la labor de la vicepresidenta primera, Carmen Calvo. Ya es ministra de la memoria histórica, con lo que podrá ejerce su particular 1984 en la España del siglo XXI. Verbigracia, haciendo que a la España del siglo XX no la conozca “ni la madre que la parió”. Por de pronto, que se sepa que la guerra de 1936-39 la ganaron los rojos, no los azules.

Y también Carmen Calvo, que no estoy seguro de que palpe la consecuencias de sus actos, será la encargada del ataque contra la Iglesia católica. No sólo por la vía, que ella misma ha expuesto en público, de la asfixia económica vía IBI y de la nueva desamortización eclesiástica por la vía de las inmatriculaciones.

No, el objetivo es mucho más grave: se  pretende es que el Estado intervenga en el culto católico como co-propietario de los templos y como responsable de unos sagrados principios democráticos que exigen que ningún credo reste la sumisión debida a las instituciones públicas. Vamos, que adorar a Cristo puede resultar antidemocrático, el dogma cristiano liberticida y los mandamientos delitos de odio.

Ninguna exageración. Al fondo de toda la podemización del Sanchismo anida el ataque contra la Eucaristía, con el apoyo de fuerzas internas de la propia Iglesia.

Pero eso vendrá luego. Por de pronto,  presten atención a los movimientos del nuevo comisario de Información y Seguridad, Iván Redondo Bacaicoa. Es el quien impondrá la censura con la excusa de luchar contra las ‘fake news’ una trola que está obteniendo muy buenos resultados. Con la excusa de las falsas noticias se prepara la asfixia, económica y penal, de la prensa independiente de Internet. Al loro.

Y es que el mercenario Iván Redondo se ha convertido al sovietismo y su adversaria, Carmen Calvo, que mantiene el cargo de vicepresidenta primera a pesar de los pesares, tiene un doble gran proyecto: asfixiar a la Iglesia y reescribir la historia de España. No olvidemos que es eso, ministra de memoria histórica, memoria selectiva y falseada y ‘flaseada’ pero, para una buena progresista, la verdad no existe mientras la mentira sea rigurosa.

¿Y Pedro Sánchez? El presidente no hará labor ideológica: lo único que le preocupa es permanecer en el poder por décadas. De la conquista del Estado se encargan otros y Sánchez deja hacer en el proceso de podemización y sovietización del PSOE. No tengo claro que Calvo sea consciente de a dónde le conduce su proyecto pero ella sigue conduciendo en la misma dirección.

En telegrama, el sanchismo se podemiza: la extrema izquierda invade la justicia, el ejército y la policía, mientras Carmen Calvo dirige el proceso de descristianización de España y de re-escritura de la historia e identidad españolas.

Pero no se apuren, España no caerá. El pueblo español tiene mucha historia y España es “la tierra de María”, como le bautizara San Juan Pablo II. Y contra eso, nada puede ni el vanidoso Sánchez ni el ensoberbecido Iglesias.