Domingo 24 de enero, festividad de San Francisco de Sales. Es el patrón de los periodistas pero entre los plumillas españoles abundan los políticamente correctos, ‘comme il faut’, ergo es posible que no celebren su fiesta. Ellos se lo pierden.

El obispo de Ginebra nació medio siglo después de Juan Calvino pero no ejerció en su sede episcopal por que el Calvinismo dominaba la zona. Sí, Ginebra, la misma ciudad  hoy convertida en una de las sedes del Nuevo Orden Mundial (NOM), a través de ese pozo de miasmas que es el actual Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas. Por eso mismo, o algo parecido, es por lo que Francisco de Sales residió y ejerció en la localidad francesa de Annecy, la ciudad de los Condes de Ginebra.

Durante el final del siglo XVI y el primer cuarto del XVII, Francisco desarrolló una labor de evangelización mediante hojas volanderas, que la Iglesia siempre ha estado atenta a utilizar los últimos avances tecnológicos para hacer lo mismo de siempre: evangelizar. Por esas hojas volanderas, es por lo que el luego canonizado se convirtió en el santo patrón de los ‘cagatintas”.

Ya he dicho que la obra de nuestro santo patrón puede resumirse así: “Muera la objetividad, viva la ecuanimidad”.

Francisco desarrolló una labor de evangelización mediante hojas volanderas impresas. Por eso se convirtió en el santo patrón de los ‘cagatintas’

Inventada la imprenta, el obispo de Ginebra no dudó en utilizar sus posibilidades para evangelizar, en un tiempo en el que toda la catequesis se gestionaba alrededor de la palabra oral, del predicador, y donde las imágenes y escultura sacras no eran obras de arte sino instrumento visual para hacer apostolado. Ayer, hojas volanderas hoy pantallas de internet: otro mundo, otra tecnología pero el mismo significado e idéntico objetivo.

La objetividad sólo tiene uno de estos dos motivos: el miedo o el egoísmo de no comprometerse. O ambos

Y es que el periodismo falla cuando no relaciona la noticia del momento con la verdad eterna. No hablo -no solamente- de la verdad de Dios, sino de cualquier verdad. Porque la verdad, como el periodismo, o es absoluto o no es verdad. Y me refiero tanto a la verdad sobre la existencia de Dios Padre como a la verdad sobre el último consejo de ministros. La verdad existe y, además, sólo tiene un enemigo: el hombre. Lo de la objetividad es un objetivo imposible. Y si fuera posible resultaría lamentable. La objetividad sólo tiene uno de estos dos motivos: el miedo o el egoísmo de no comprometerse. O ambos.