Decíamos ayer que no hay que ser conspiranoides porque el siglo XXI no representa la era de las conspiraciones sino algo indeciblemente peor, que es la época del consenso, de lo políticamente correcto, del aborregamiento colectivo, donde el líder no es el que crea una doctrina sino quien se pone a la cabeza de los nuevos dogmas -uno cada década, aproximadamente- con la suficiente antelación como para copiar lo que circula por Internet, hacerlo suyo y tomar el mando. El Nuevo Orden Mundial (NOM) es ante todo, un consenso, consenso cristófobo, naturalmente. E insisto: antes sólo cuatro gatos hablábamos del NOM, ahora, el Nuevo Orden no se apea de discurso alguno, tanto entre simpatizantes como entre detractores.

Pero cuidado, el consenso es mucho más peligroso que la conspiración, está rodeado de una aura mucho mas ‘democrática’. Por eso, el consenso resulta mucho más eficaz y mucho más venenoso que la conspiración en la llamada era de la información.  

La historia es la historia de la libertad y de la eternidad

Pues bien, ¿quién dirige el Nuevo Orden Mundial (NOM)? Pues sólo hay una respuesta: Satán.

Tranquilos, no se me asusten. San Juan Pablo II tiraba a racionalista pero nos recordaba que “no hay que tener miedo a llamar por su nombre al primer artífice del mal: El Maligno”. Y para quienes aseguran que el espíritu evangélico (qué se yo, cualquier sinsorgo, como el vicepresidente de la Junta de Castilla-León, Paco Igea) elude la figura de Lucifer, la verdad es que los demonios son citados más de cuarenta veces por Jesucristo.

Sólo un espíritu poderoso puede liderar un consenso global. Para una simple conspiración serviría un hombre, anfibio de cuerpo y alma

Y lo que es más importante: digo que el NOM sólo puede ser dirigido por Satán.

Sólo un espíritu poderoso puede liderar un consenso global. Para una simple conspiración serviría un hombre, anfibio de cuerpo y alma.

La otra gran cuestión sobre el NOM es que lo que importa no es lo que ocurra en el mundo sino lo que ocurre en la Iglesia

La otra gran cuestión sobre el NOM es que lo que importa no es lo que ocurra en el mundo sino lo que ocurre en el seno de la Iglesia. ¿Una exageración? Eso piensan los líderes del mundo y algunos líderes de la Iglesia, pero ese planteamiento sí que resulta muy evangélico: ¿El Cuerpo místico de Cristo, un apéndice de la historia del mundo? ¡Anda ya! La historia es la historia de la libertad y de la eternidad.