Para interpretar lo ocurrido en Washington en la Epifanía del 6 de enero de 2021, lo mejor es mirar a España, convertido en el país más políticamente correcto del mundo, en este siglo XXI.

Ojo al dato: Pedro Sánchez asegura seguir “con preocupación” los sucesos del Capitolio, donde la doctrina oficial nos dice que unos fascistas subidos al caballo de Pavía han irrumpido en el Capitolio (casualmente, el primer muerto ha sido una manifestante fascista y en total ha habido cuatro muertos). Estoy convencido de que la preocupación de Sánchez resultará un bálsamo para Estados Unidos, donde esta reacción se esperaba como agua de mayo. Además, Sánchez ha deseado que Joe Biden logre superar este momento de “crispación”… tal y como él mismo, don Pedro, ha sabido pararle los pies a la perfidísima ultraderecha española.

Al tiempo, nuestro líder de la derecha tibia nacional, don Pablo Casado, ha corrido en defensa de la legalidad asegurando que el asalto al Capitolio es “inaceptable” y que, como hombre de derecha moderna y centro reformista, lo que más le preocupa es la “crisis institucional”. Nuestra derecha es así: le preocupa más el Estado que la persona. Pero, sobre todo, a Casado le preocupa que le tomen por un ultra y para ello debe correr, como Julio César, “presuroso en socorro del vencedor”.

Lo que distingue a EEUU de Europa es que en América muchos aún están dispuestos a jugarse la vida por sus principios

Sólo Santiago Abascal, que empieza a demostrar cierto olfato político, ha puesto la nota discordante en el consenso ‘sancho-pablista’ (de Pablo Casado no de Pablo Iglesias): ¿Por qué a la izquierda progre -ha dicho- la preocupa tanto el asalto a un Parlamento? Si esa, precisamente, es su especialidad.

A ver, ¿por qué los manifestantes pro-Trump entran en el Capitolio? ¿Son fascistas enviados por un Donald-Mussolini, que pretende un golpe de Estado para terminar con la democracia más asentada del mundo? ¿En serio?

A lo mejor es que están hartos de que los medios informativos aseguren que no hay pruebas (“sin pruebas”, es el latiguillo favorito) del fraude y de la impunidad del Nuevo Orden Mundial (NOM). El sistema democrático-–la democracia es mucho más- no es más que un equilibrio de contrapoderes. Pues bien, un tal Joe Biden controlará (o lo contralará quienes controlan a Biden) a partir de ahora -atención- la Casa Blanca, el Congreso y el Senado, mientras amenaza, como un Sánchez cualquiera, al poder judicial y mientras controla a la prensa a sus anchas y cuenta con el apoyo de los grandes portales y redes sociales de Internet. Puro equilibrio de poderes.

No sé si Trump habla de fraude “sin pruebas”, pero sí lo hace con serios indicios: en Georgia ha vuelto a darse el ‘milagro’ del recuento muerto… y, a las pocas horas, resucitado a favor de Biden

Más. Joe Biden se ha coronado en Georgia, donde, atención, durante la votación para la elección de dos senadores (4 de enero), ha vuelto a suceder exactamente lo mismo que dos meses atrás, lo mismo que en los estados clave que le dieron la victoria a los demócratas en las elecciones presidenciales de noviembre: comienza ganando Trump. De repente, se detiene el recuento y, cuando se vuelve al cómputo, se disparan los votos para los demócratas y se reduce a la mínima expresión el voto a los republicanos. Mientras, los medios progres españoles, la inmensa mayoría, repiten que Trump acusa sin pruebas. Sin pruebas no lo sé, que no todo lo que es verdad es demostrable ante un tribunal, pero con muchos indicios… ¡ya lo creo que sí!

En resumen, asaltan el Capitolio, enardecidos por Trump, ciertamente… cuando lo legal se vuelve injusto. Y esa injusticia implica la verdadera corrupción de la democracia.

Ojo, que hablamos de un fenómeno que recorre todo Occidente. Tanto en Washington como en la Pascua Militar española del mismo 6 de enero, lo que vivimos es la impunidad del Nuevo Orden, un verdadero golpe de Estado pero, eso sí, golpe de Estado ‘institucional’, como diría don Pablo Casado. Contra ese golpe de Estado silente, contra esa impunidad del Nuevo Orden Mundial (NOM), que siempre opera dentro de la ley y contra la justicia, claman los protagonistas del ‘insólito’ (como no se cansa de adjetivar RTVE) asalto al Capitolio.

Mike Pence se opone a Trump porque no quiere salirse del sistema. Comprende a su jefe pero prefiere perder, aunque sea injustamente. Le honra… pero eso no parará al Nuevo Orden

Lo mismo ocurrió en Madrid, durante la vergonzosa Pascua militar. Allí, la ministra de Defensa, Margarita Robles, una socialista que todavía siente alguna tendencia a jugar limpio, utilizó una carta, maliciosamente convertida en chat, de mandos militares ya jubilados para tratarles como no digan dueñas sin entrar en el contenido de sus quejas… que yo suscribo al 100 por 100.

Y el propio Rey -cobarde una vez más- se puso a defender la Constitución ante la malicia, en un momento en que hacerlo no venía a cuento -no era la Constitución lo que atacaban los militares que enviaron una carta al Rey de España-  y, en resumen, colaborando activamente a que, todo aquel que se atreva a denunciar las barbaridades del Nuevo Orden sea tildado de fascista antisistema ultra, posiblemente odiador y, en todo caso, perseguible.

En resumen, tanto en Washington como en Madrid, se está defendiendo lo legal frente a lo justo, y eso supone un golpe de Estado a lo Antonio Gramsci, es decir, un golpe de Estado progresista. Esto es, un golpe de Estado sin armas -si coges un arma te pueden matar- pero utilizando la fuerza del Estado para conquistar el Estado… pacíficamente.  

A ver si nos entendemos, lo que distingue a EEUU de Europa es que en América muchos aún están dispuestos a jugarse la vida por sus principios. En Europa no.

Y un detalle importante: el del todavía vicepresidente Pence, que se opone a Trump. Es cierto, Mike Pence, en mi opinión un sujeto más válido aún que Trump, actúa como actúa porque no quiere salirse del sistema. Comprende a su jefe pero prefiere perder el poder, aunque sea injustamente, para no provocar un enfrentamiento civil… justo lo contrario de Pedro Sánchez, que promociona el guerracivilismo en España para asegurarse su sillón en La Moncloa. Eso le honra, señor Pence, pero eso no detendrá al Nuevo Orden Mundial.

Por cierto, por si resultara necesario recordarlo una vez más: el Nuevo Orden Mundial (NOM) no es una conspiración. Es algo mucho peor: es un consenso. Es decir, es un resumen progresista de lo políticamente correcto. Y en el siglo XXI lo políticamente correcto es la cristofobia.