La desastrosa gestión en etapa de Carlos Slim en FCC, concentrada sobre todo en el derrumbe de la cartera de construcción, se traslada en igual medida a los directivos, mandos intermedios y la plantilla, que se rebelan contra una estrategia en la que no está claro el rumbo. Esa realidad provoca una lógica inquietud, mientras cuelga en esa división (FCC Construcción) la posibilidad de un nuevo ajuste. FCC se ha dado plazo hasta final de año para decidir. Ojo, no es la única fuente de preocupación en el grupo, que afecta a las otras divisiones.

Hay un malestar generalizado entre los españoles de FCC por la gestión del mexicano, interpretado como un problema de fondo, algo que suele pasar en los grupos que depende en exceso de la presencia del accionista de control. Pero Slim no vive en España, aunque las órdenes dependan de él. Cuando el jefe llega, además, puede haber sorpresas.

FCC Medio Ambiente ha frenado la recomposición jurídica de su estructura hasta las elecciones

Esa es la premisa sobre la que cuelgan las quejas en el grupo. El resto está en la propia estructura, con tres divisiones pero que funcionan a distinto ritmo. Y a eso se une la percepción de las propias querencias de Slim, volcado Realia, apartada del grupo, o la cementera Portland, frente a la indiferencia por el resto. Por cierto, los trabajadores de la inmobiliaria se trasladan a la sede de FCC, en el barrio madrileño de Las Tablas desde Plaza de Castilla.

El lastre sigue en FCC Construcciones, con la cartera de proyectos estancada desde que aterrizó Slim -teóricamente iba a ocurrir todo lo contrario-, pero la inquietud se traslada también a las otras dos divisiones, de las que depende el 90% de la cifra de negocios y el 80% del Ebitda del grupo, como pueden ver en la imagen.

En Aqualia, la inquietud es por el asalto de IFM sobre el 51%, pero nadie pone otro 1.000 millones con dudas

Son FCC Medio Ambiente (con el negocio de limpieza de calles y la recogida y tratamiento de basura), y Aqualia (aguas). En la primera, se ha frenado la recomposición jurídica de la estructura, con la que pretendía unificar en una todas las sociedades repartidas por España. El grupo ha preferido detenerla hasta las próximas elecciones municipales. No ha gustado.

En Aqualia, mientras, la preocupación viene de los dimes y diretes con los australianos de IFM, que compraron el 49% por 1.024 millones. Curiosamente, es la misma filial que sirvió como garantía a la emisión de 1.320 millones para adelgazar la deuda del grupo (en 3.579 millones al cierre de 2017).  Y todo apunta a la intención del fondo de comprar el 51% restante.

IFM sondea, de hecho, compras en el mismo negocio del agua en países como Francia o Italia, con el objetivo de una fusión posterior con Aqualia. Ahora bien, tropieza con un obstáculo: el temor de que la gestión mexicana les ha estado engañando con el traspaso de gastos de FCC Construcción, para aliviar sus cuentas, a la división de agua.

En plata: IFM no se fía de si pagó lo correcto por el 49% -operación de venta que FCC  someterá a los accionistas en la Junta del 28% de junio- y que sirven para marcar la ecuación del 51% restante.

No son pocas razones para que los directivos y plantilla de FCC estén preocupados.