No son buenos los resultados que nos presenta este viernes Ibercaja al cierre del primer trimestre de 2018. Y es que se han visto reducidos, respecto de igual periodo del año anterior, en un 40%, al caer hasta 22,6 millones de euros desde los 37,7 millones de euros que cosechó al cierre del primer trimestre de 2017. La entidad pretende achacarlo fundamentalmente al coste del ERE que ha tenido que emprender para ajustar la capacidad instalada de la entidad, sobredimensionada como toda la banca por los efectos de la fase expansiva previa a la crisis y la innovación tecnológica. Sin embargo, y siendo esto último verdad, el margen bruto de la compañía, que no recoge los costes del ERE, ya resulta un 17% inferior en este primer trimestre de 2018 en comparación con el de 2017.

Antes del margen bruto tenemos el de intereses, que apenas crece un 2%, cuando tenemos varias entidades que han conseguido hacerlo crecer casi al 10%. La contribución del resultado de operaciones financieras se ha terminado con el agotamiento del proceso de bajada de tipos de interés, y dichos resultados se han mermado en un 67%. Dado que no se prevén más bajadas en el plazo medio y sí subidas a más plazo, un crecimiento tan bajo del margen de intereses, a pesar de la reducción de los gastos de estructura una vez descontado el ERE (-9%), no hacen prever un futuro halagüeño a la antigua caja.

El margen no ha crecido porque los volúmenes de inversión y financiación de la entidad no han crecido

El margen no ha crecido, a pesar del aumento del diferencial entre tipos activos y pasivos que todas las entidades han impuesto a sus clientes este año, porque los volúmenes de inversión y financiación de la entidad no han crecido. De hecho, su balance se ha reducido significativamente (-8%), lo que parece que está siendo el método de muchas instituciones (recordemos el análisis de los resultados de BBVA que hicimos la semana pasada) para poder hacer frente a las exigencias de solvencia. El incremento de dichas obligaciones, muy necesario en unas instituciones excesivamente apalancadas, conlleva una reducción de sus balances y, por ende, del crédito directo desde el balance de la compañía, que prefiere la desintermediación a través de fondos de inversión y contratos de seguro, que también dejan márgenes más estrechos.

Y la solución no es la concentración, como le gusta a las autoridades, sino la que se está emprendiendo: entidades más pequeñas que asuman menos riesgos

El gran éxito de Ibercaja, porque también lo ha tenido a pesar de todo lo anterior, es la fuerte reducción de las necesidades de saneamiento de su cartera crediticia (-79%) en consonancia con el fin de la problemática de impagos. Sin embargo, insistimos, con unos márgenes tan bajos (de intereses y bruto) la capacidad de absorber unos gastos de explotación (aunque a la baja) y una morosidad (muy inferior) puede hacerse muy difícil. En el primer trimestre de 2017 los gastos de explotación eran del 51,6% del margen bruto. En este primer trimestre de 2018 han supuesto el 56,1%.  En el primer trimestre de 2017 las necesidades de saneamiento supusieron el 34,5% de dicho margen bruto, mientras que en el de 2018 han supuesto el 8,62%. Al final, y a pesar de este segundo buen dato, la capacidad de la entidad de hacer frente a un repunte de la morosidad, aunque esta última ahora sean más baja, es muy inferior. Ya veremos cuántas más reducciones de plantilla tiene que acometer.

Y la solución no es la concentración, como le gusta a las autoridades, sino la que se está emprendiendo: entidades más pequeñas que asuman menos riesgos. Eso le ha dado muy buen resultado al sector de las cajas rurales y si alguna se equivoca no pasa nada. No como cuando un gran banco presenta problemas. Nunca se arrepentirán los gobiernos y la banca del extraño matrimonio indisoluble en el que se han embarcado.