La caza de Trump comenzó en la campaña de Hillary Clinton: era un machista y un grosero. Lo primero un poco, lo segundo un mucho. Recién elegido, ya antes de tomar posesión, el lobby feminista exigió su destitución, ya antes de tomar posesión.

Luego fue Rusia: Putin era quien le había convertido en presidente de los Estados Unidos y eso no podía consentirse: ¡Qué más quisiera Putin que tener tanto poder!

Luego fue el jefe del FBI y otros nombramientos… ¡competencia del presidente!, los que intentaron tumbar a a Trump.

También eso falló y entonces se acusó a Donald Trump de estar loco (y como todo buena acusación seguro que tenía una parte de verdad).

Entre la ideología de género y el cambio climático la civilización occidental sobrevive a la defensiva

Más: no pagó al fisco, aunque tampoco de eso hubo nada y hubo que abandonar la intentona.

Quería acabar con la libertad de prensa. Algo poco creíble, pues los principales medios norteamericanos le han sometido a las críticas más duras de todos los presidentes norteamericanos durante último medio siglo.

Estaba destruyendo el planeta y oponiéndose a la salvadora del susodicho planeta, Greta Thumberg. Y sobre todo, no firmó el acuerdo de París, ergo todos desapareceremos a plazo fijo a manos del calentamiento global… por culpa de Trump.

Nada de eso resultó a un tipo resistente y ahora toca acusarle de algo más discutible, como es el abuso de poder para forzar, por duodécima vez, una operación de destitución (impeachment), que no es otra cosa que el comienzo de la campaña electoral del Partido Demócrata, una formación absolutamente europeizada, es decir, controlada por los progres, en manos del Nuevo Orden Mundial (NOM).

Trump tiene muchos defectos. Es el clásico tipo que “cae mal”. Por sus formas, más que por su contenido. Pero es un hombre libre y eso hay que valorarlo en mucho. Ahora bien, más vale que Trump consiga otro mandato presidencial, porque EEUU, líder del Occidente libre, está retornando, como le ocurrió tras la guerra de Vietnam, al modo suicida. Menos mal que en Estados Unidos todavía existe el despreciado cinturón de la Biblia porque con una Europa decadente, la tendencia suicida, de enroque, vuelto sobre sí mismo, tristón, de EEUU coincide con la explosiva combinación de la tiranía china, el panteísmo indio (en este caso hindú) y el Islam, más sunita que chiita, que han invadido la Europa antes cristiana por distintas vías y han exportado tiranía al resto del mundo.

Nancy Pelosi demuestra que todavía hay algo peor que un varón feminista: un católico progresista, el perfecto idiota

A día de hoy, entre la ideología de género y el cambio climático la civilización occidental sobrevive a la defensiva respecto a un pensamiento único extraordinariamente cristófobo, que suprimir la confianza en la Divina Providencia, el arma más poderosa del Occidente libre y que, en cualquier caso, es liberticida.

Y aquí emerge la figura lamentable del católico progre. Figuras como, por ejemplo, la de la actual portavoz demócrata Nancy Pelosi. Un biotipo que demuestra que todavía hay algo peor que un varón feminista (a su vez algo más tonto que que un obrero de derechas): el católico progresista, un verdadero y completo¡ idiota.

Figuras como la de Nancy Pelosi representan el mejor tonto útil que necesita el Nuevo Orden Mundial (NOM) para subvertir la civilización occidental, no por homicidio sino por suicidio.

Porque Trump puede caer bien o mal pero más nos vale que permanezca otros cuatro años en la Casa Blanca. Porque, con todos sus defectos, evidentes, exhibe una gran virtud: Trump si es cristiano, sí cree en la libertad del hombre. Con todos sus errores, casi todos ellos derivados de la filosofía protestante, pero cree en la libertad y en el mérito personal.