El podemita Bernie Sanders se retira de la carrera por la candidatura demócrata a la Casa Blanca. Así que el 3 de noviembre se enfrentarán Joe Biden (77 años) y Donald Trump (73) por la Casa Blanca. Si gana Trump terminará su segundo mandato con 78 años, si gana Biden, con 82. Cuidado con el coronavirus.

Era el candidato demócrata que más temía Trump pero en su estilo habitual (un genio del insulto) el presidente ya calificó al exvicepresidente con Obama como el “somnoliento Joe”, en canallesca alusión a su viellera -que dirían en mi Asturias natal-, una ancianidad venerable pero algo espesa de entendederas y no apta para la Casa Blanca.

Cuando uno envejece no le falla la cabeza: lo que le suele fallar es el corazón

El 3 de noviembre los norteamericanos decidirán entre un católico abortista como Biden y un cristiano provida con Trump. El aborto es mucho más que el aborto: es toda una filosofía de vida y la manera más corta y precisa para definir a un político.

Ser católico y abortista es una contradicción de tal calibre que sólo pude darse en Estados Unidos pero el principal problema de un progre como Biden es que los norteamericanos, que se están despeñando por la progresía pero todavía conservan su sentido común, probablemente deseabas alguien más progre aún, desde luego mujer u homosexual.

Sanders es un podemita, menos majadero que nuestro Pablo Iglesias pero con más arte para casar lo incasable, y hacer tragable su incoherencia vital.

Porque ya se sabe que todavía hay algo más tonto que un obrero de derechas: un hombre feminista. Y aún algo más tonto que un feministo: un católico progresista. Pero católico progre no es Sanders: es Biden. Casi me quedo con el viejales podemita.

El 3 de noviembre, Biden frente a Trump. Entre ambos sumarán ese día 146 años. Pero no olviden que cuando uno envejece no le falla la cabeza: lo que le suele fallar es el corazón.