A Ryanair no le ha quedado otra que admitir que algo falla en la low cost irlandesa para ser tan rentable como quiere su consejero delegado, Michael O’Leary, ignorando el compromiso con la norma comunitaria, que obliga a adaptarse a las legislaciones laborales nacionales. Esa resistencia ha provocado las huelgas y esas huelgas, a la postre, han llevado a lo peor: un profit warning en el que rebaja un 12% su previsión de beneficios para este año y, en consecuencia, el desplome en bolsa, con una caída superior al 11%.

Sorprendentemente, O’Leary, que se ha negado hasta ahora a admitir el efecto de la conflictividad en la empresa -en contra de toda evidencia-, incluso echando la culpa a otras compañías de la competencia, confiesa ahora, de repente, la realidad.

Y a eso se añadirá el efecto sobre las tarifas de unos costes mayores, también por la escalada del petróleo

Ganará 150 millones menos de lo previsto (entre 1.100 y 1.200 millones) y eso, naturalmente, asusta al inversor, en retirada. La cotización, ahora en 11,5 euros, entra en barrena y llega al nivel más bajo desde el 7 de octubre de 2016 (11,23 euros).

Es el aterrizaje forzoso, en fin, de Ryanair, que se resiste como gato panza arriba para abandonar un modelo de rentabilidad a costa de maltratar al cliente y al trabajador. De ahí las huelgas durante el verano o la última, el viernes 28 de septiembre en seis países europeos (España, Bélgica, Holanda, Portugal, Italia y Alemania), con 190 vuelos cancelados.

Y a eso se añadirá el efecto sobre las tarifas de unos costes mayores, también por la escalada del petróleo, sin olvidar el coste en indemnizaciones por la supresión de vuelos, del mismo modo pesa en la factura la recolocación de pasajeros. De momento, el impacto negativo ha sido de 261 millones.