En un artículo publicado en Ecclesia, el secretario general de la Conferencia Episcopal Española y obispo auxiliar de Valladolid, Luis Argüello, ha reflexionado sobre el papel que jugará "la llamada renta básica", en cuyos aspectos técnicos y de financiación no entra porque "pertenecen al ámbito de la genuina libertad en la acción política".

Pero sí advierte de que "si las llamadas rentas básicas... no promocionan el trabajo, el riesgo de que el capital que las genera, estatal o privado, explote a muchos y arranque el protagonismo histórico a la mayoría es muy grande. Generar dependencias es un instrumento habitual de dominadores".

Vamos, que promocionar un salario alimenta vagos que según el vicepresidente, Pablo Iglesias, llega para quedarse, es un gran peligro para la sociedad. Porque, si todavía se tratara de una medida estrictamente temporal, temporalmente ceñida al tiempo que dure el primer impacto del coronavirus, podría pasar.

Pero, la renta vital de Sánchez e Iglesias es mucho peor que el PER, y mire la sociedad que ha creado el PER. Al menos, en esta dádiva rural, el perceptor tiene que ofrecer a la sociedad una serie de peonadas, al menos en teoría.

Por las mismas, el perceptor de una renta mínima debería estar obligado a ofrecer algo a cambio a la sociedad: cuidar ancianos, limpiar las calles, plantar árboles, lo que sea pero algo.

Por tanto, lo lógico sería que un Gobierno de izquierdas, en lugar de proponer el ingreso mínimo vital (“que ha venido para quedarse”) pusiera en marcha empresas públicas para salir de la crisis a la que nos ha llevado, más que el coronavirus su estúpido confinamiento duro, que ha parado la actividad económica y condenado al paro a unos 5 millones de españoles.

Por cierto, señor Iglesias, al papa Francisco tampoco le gusta la renta vital básica y, menos de por vida, porque lo que ha pedido el pontífice es que todas las personas tengan recursos para vivir. Pero eso no quiere decir que el Estado se lo de todo hecho y se dedique a alimentar a quienes no hacen nada a cambio. ¿Se entera, señor vicepresidente?