• Ojo, la inyección de 113 millones de euros no da ni para acabar el mes de enero.
  • La banca está molesta con la táctica del equipo de Domínguez Abascal: aferrarse a las facilidades del artículo 5 bis de la Ley Concursal.
  • Y tampoco le gustaron los términos del último hecho relevante a la CNMV de Abengoa.
  • La banca se ha cansado y advierte a Abascal que no habrá más liquidez y que tiene venden activos ya.
El pulso entre los bancos acreedores y Abengoa, del que depende que el grupo andaluz se salve de la liquidación, no ha cambiado con el paso de 2015 a 2016. Todos se han felicitado cortesmente el año, como es lógico, pero poco más. La banca, en otras palabras, se mantiene en sus trece respecto a los deberes que ha puesto a Abengoa: tendrá que acelerar la venta de activos para llegar sana y salva al concurso de acreedores. En otras palabras, tendrá que ser la propia Abengoa el principal aliado de sí misma para obtener la liquidez que necesita. Esa liquidez no le llegará, en ningún caso, con nuevas inyecciones de la banca, como los 113 millones de diciembre. ¿Dónde está la novedad, por tanto, del proceso, si nada ha cambiado esencialmente? En la presión que ejerce ya el equipo del presidente ejecutivo de Abengoa, José Domínguez Abascal (en la imagen) sobre los acreedores. Ese equipo argumenta que Abengoa necesita tiempo para poder pagar y se acoge, incluso, a las facilidades que introdujo el artículo 5 bis de la nueva Ley Concursal para frenar las ejecuciones judiciales de bienes o activos necesarios para la propia actividad de la empresa. Y a ese elenco, Domínguez Abascal añade otro aspecto, en forma de amenaza sibilina. Dice a los bancos que si no se ablandan, Abengoa se verá obligada a vender por vender, lo cual, a la postre, perjudicará a los propios bancos, que verán cómo los activos valdrán la mitad que ahora cuando llegue a concurso de acreedores. En eso consiste la presión: ¡serán ellos, los bancos, los más perjudicados! Ahora bien, una cosa es el argumentario del equipo de Abengoa y otra, muy distinta, la situación de mosqueo generalizado en los bancos, que han tenido que buscar soluciones de apaño entre presiones políticas (del Gobierno) y la cruda realidad de no perder más dinero en el empeño. Por no gustarles, no les gustó -es más, les irritó- los términos con los que Abengoa comunicó a la CNMV el acuerdo con los bancos, en el que se aseguraba que puede llegar a un pacto antes del próximo 28 de marzo, día en que entraría en concurso de acreedores. Fue en el hecho relevante del 30 de diciembre. Los bancos tienen asumida ya una quita del 60%, que no es poco, y han tenido que provisionar ya el 25% del crédito. Lógicamente, no quieren llegar al 100%, que es a lo que quedarían abocados si el proceso se desboca. Es decir, si Abengoa termina protagonizando la más sonora suspensión de pagos. Y a eso se agarran también para advertir a la energética que no habrá más líneas de liquidez si no hay venta de activos. En ese convencimiento pesan varios factores, como que la totalidad del balance del Grupo Abengoa sirve como garantía de la deuda de sus filiales, ya que es la propia matriz la que tiene la garantía de la mayoría de los créditos concedidos. En otras palabras, no se pueden emplear los mismos activos como aval de dos deudas distintas. Y a partir de ahí, la exigencia es clara: Abengoa tendrá que vender activos para conseguir la liquidez adicional que necesite. Vamos, que no la espere de los bancos. Los bancos tienen también su propia visión sobre las bondades que prevé La Ley Concursal. Es cierto que, según esa legislación, el dinero prestado a una sociedad en concurso de acreedores tiene prioridad de cobro respecto a otra deuda. Y es cierto también que el valor de todos los activos se reduciría drásticamente con la entrada en concurso. Ahora bien, la banca se ha cansado, en definitiva, de los jueguecitos de Abascal y le advierte que no habrá más liquidez y que tiene que vender activos ya. Rafael Esparza rafael@hispanidad.com