Madrid se prepara para la avalancha de esos buenos chicos que tanto bien hacen a la sociedad. A la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, no le ha quedado otra que agradecer los servicios prestados. Resulta que el martes, el Ayuntamiento decidió ejemplarmente desalojar -de madrugada, para que cantara lo justo- Patio de Maravillas, uno de los edificios okupados de la capital donde se gestó el 15-M o, después, la creación de Podemos. Que el colectivo de marras incumpliera la ley y esas cosas es lo de menos, naturalmente. La cosa ha tenido su eco y hasta contó, en la escenografía, con apoyo de alguno de los diputados regionales de Podemos, formación a la que Carmena debe el sillón de la alcaldía. El desenlace es como en el mundo de Yupi. A la buena señora no se le ha ocurrido otra que compensar al mismo colectivo con la promesa de que cederá inmuebles de titularidad municipal a los okupas para que entren en la senda de la legalidad. El criterio que empleará también es de traka: esos espacios tienen que tener "rendimiento social". Ese rendimiento, según Carmena, es el que tenía Patio Maravillas, "que estaba realizado una labor educativa importante". Una cosa es que la gratitud obligue y otra muy distinta, tragar con ruedas de molino, ya me entienden. A partir de ahora, cuidadín, pueden salir okupas de todas las eskinas. Hispanidad redacción@hispanidad.com