Decir hoy que un libro pasa inadvertido no es decir mucho porque la mayoría de los libros, en la superficial era digital en la que vegetamos, pasan precisamente así: inadvertidos. 

Espero que este no. Se titula La verdadera España. Se subtitula “y su falsa imagen en Japón”. Se re-subtitula: “Del siglo XV a nuestros días”.

La originalidad de esta joya consiste en que está escrita por un economista japonés, Yutaka Suzuki, con perdón, llegado a España hace lustros, que ha ejercido como directivo de varias multinacionales japonesas en un país tan criticado por los indígenas pero del que él no ha querido salir, porque resultaba que merecía la pena vivir. 

Al revés de lo que contamos los nativos, Yutaka, con perdón, se topó con un país formidable, con una historia desconocida y con la estúpida costumbre de arrojar piedras contra su propio tejado.

Asómbrense más: Suzuki, con perdón, descubrió España durante el pérfido Franquismo, en la misma época en que conoció la Rusia leninista, y dice cosas como estas, por las que un español de 2023 sería condenado por delito de odio o, por lo menos, marginado como ultra irredento. Ojo al dato: “yo venía de una sociedad cerrada, uniforme, con costumbres, tradiciones y estilos de vida propios de una comunidad donde no existen individuos, sino grupos. De repente, me encontré con una sociedad totalmente opuesta, donde la gente vivía a su estilo. Muchos extranjeros, tanto de Europa como del continente americano, residían en España, aunque mi imaginación era un país muy aislado y cerrado por el sistema político de la dictadura”. 

Y dice más: “La calidad de vida de los españoles me causó otra sorpresa porque, según la prensa de Japón, España ofrecía una imagen gris, triste, pobre, arcaica, etc. Nada de eso era verdad, sino todo lo contrario: era brillante, alegre, rica, moderna, atractiva y, eso sí, algo ruidosa”.

Y no duda en llegar más allá: “La España dictatorial tenía peor consideración que los países comunistas. La Unión Soviética en aquella época, rivalizaba con Estados Unidos y mucha gente, sobre todo los que se consideraban progres o intelectuales, eran simpatizantes del sistema político del socialismo soviético y de la economía de planificación estatal”. 

Y claro, sucede que el comunismo, o sea, la ideología de Yolanda Díaz, mismamente, resulta curioso cuando lo ves de lejos, pero no cuando lo sufres dentro: “En Moscú comprobé con mis propios ojos la miseria reinante en las calles y en las ciudades abandonadas durante décadas: cantidad de gente parada con aspecto de prisioneros. Nos tenían prohibido hacer fotografías y nos encerraban en un hotel para extranjeros, sin poder salir si no era con guía del gobierno. Se notaba la falta de toda clase de productos, los autobuses y camiones que circulaban tenían una antigüedad de 50 años y el aeropuerto de Moscú era un desierto. Y en las calles no había tiendas. Por eso, cuando por fin llego a Madrid, la capital del país dictatorial peor valorado según la prensa progre, me pareció un paraíso terrenal”.

Pero Yutaka, con perdón, no se conforma con sus impresiones de visitante. Una vez aquí se preocupó por la historia de España y se quedó aún más asombrado. Su repaso por lo que ha significado España en el mundo durante los últimos cinco siglos no lo he percibido en ningún otro historiador o cronista español. Me ha recordado la Madre Patria de Marcelo Gullo: cuando un argentino tiene que venir a defendernos de la leyenda negra, hoy renacida... es que algo estamos haciendo mal los españoles.

Al final Suzuki, con perdón, nos descubre -no lo dice él, lo digo yo- que los españoles formamos una sociedad de idiotas a los que nos gusta flagelarnos: detuvimos a los islámicos que venían a destrozar la civilización cristiana europea, detuvimos la degeneración interna europea, la del amigo Lutero, creador del racismo, la predestinación liberticida y la tristeza como medio de vida. Inventamos la ortodoxia cristiana, es decir, la adecuación de la vida a la naturaleza creada, lo único que puede realizar al hombre. Creamos la Hispanidad, la civilización más preclara de cuantas haya inventado la humanidad, por más que hoy ande en crisis profunda. Inventamos el derecho internacional y la economía justa, ambos nacidos en la Escuela de Salamanca, con las normas de la guerra justa y de la propiedad privada pequeña.

Pues bien, ahora nos golpeamos el pecho por todas esas maravillas, abdicamos de nuestras glorias para engolfarnos en nuestras miserias y tiene que venir un japonés sin prejuicios, un tal Yutaka Suzuki -sin perdón, porque le debemos gratitud- a recordarnos quiénes somos: un pueblo idiota que reniega de su glorioso pasado para vivir un presente acomplejado hacia un futuro degenerado.

Y conste que no pretendo señalar.

Una joyita de libro, corto y enjundioso, que encima cualquiera puede comprender y gozar... salvo Puigdemont, que no lo va entender.

Gracias, Yutaka.