Ocurrió días atrás: esa fanática disfrazada de tolerante demócrata que es la vicepresidenta tercera del Gobierno, Teresa Ribera, arremetía contra JP Morgan y Pimco, el mayor banco de inversión del mundo y la mayor gestora de renta fija del mundo, por haberse dado de baja del Acuerdo de París.

Me corrijo: exactamente no se han dado de baja del aquelarre ecologista de 2016, que convirtiera en mandamiento obligatorio la ruina de la humanidad a cambio de una no asegurada salvación del planeta tierra... para no se sabe quién. Entonces, ¿qué han hecho JP Morgan y Pimco para provocar las iras de la amiga Teresa? Pues que ambas instituciones financieras se han dado de baja del Acuerdo de París (2016), aquel aquelarre global firmado en la capital de Francia y que, entre otras consecuencias creó la iniciativa patronal ‘Climate Action 100+’ (háganme caso: desconfíen de todos los nombres complicados), banderín de enganche -naturalmente obligatorio, si no lo firmas eres un ultra antediluviano- por el que las empresas tiene que refrendar las más solemnes estupideces climáticas de la más fanatizada clase política desde la II Guerra Mundial. 

‘Climate Action 100+’ es al Acuerdo de París lo mismo que el Pacto Mundial de Empresas supone respecto a los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS): dominar ideológicamente a las empresas obligándoles a asumir lo que hoy se denominan compromisos ESG (responsabilidad medioambiental en las inversiones). 

El ‘Climate Action’ resulta especialmente retorcido por cuanto es un banderín de enganche dirigido a empresas financieras, no industriales, con el apenas disimulado objetivo de que nieguen créditos a aquellas industrias que se niegan a cumplir con las órdenes de la religión climática

El ‘Climate Action’ resulta especialmente retorcido por cuanto es un banderín de enganche dirigido a empresas financieras, no industriales, con el apenas disimulado objetivo de que nieguen créditos a aquellas industrias que se niegan a cumplir con las órdenes de la religión climática o que se resisten a automutilarse con disparates ESG que siempre acaban en despidos de personal. En efecto, ante la necesidad de cumplir con unos mandamientos legales realmente idiotas e imposibles de objetivar pero que ponen muy difícil la consecución de ingresos, los directivos se ven obligados a reducir los costes. Es decir, a despedir personal. 

De esta forma, la ecología provoca la ruina de las empresas y no salva el planeta, aunque sí reduce el número de seres humanos que disfrutan del mismo. 

A finales del siglo XX los progres de entonces decidieron que, para acabar con el hambre en el mundo lo único que se podía hacer era reducir el número de hambrientos, a ser posible antes de que nacieran. Ahora, ya no les preocupan los hambrientos sino el planeta tierra, pero los métodos siguen siendo los mismos. Han decidido continuar con sus planes de aborto y contracepción y, al mismo tiempo, exigir que los ya nacidos también se mueran de hambre... para salvar al planeta, como creo haber dicho antes. 

El reflujo ya está aquí. El problema es que alguna empresas no están dispuestos a ser más verdes que nadie a costa de presentar la solicitud de quiebra

Naturalmente, JP Morgan y Pimco, al igual que el fondo de capital riesgo más importante del mundo en renta variable, BlackRock, están dando marcha atrás en el disparate climático: no están dispuestos a ser más verdes que nadie a costa de presentar la solicitud de quiebra.  

Lo más ‘gracioso’ es que nuestra talibán climática, doña Teresa Ribera, asegura, subida al púlpito ideológico verde que “las revoluciones no son un camino de rosas”. A lo que JP Morgan y Pimco -que les aseguro no figuran entre las instituciones más admiradas por el arriba firmante- parecen haberle respondido: lo comprendemos, señora revolucionaria, pero arruínese usted solita y arruine a los españoles. Nosotros queremos sobrevivir.