
En este 25 de julio, festividad del apóstol Santiago, patrón de España, les hacemos dos propuestas: celebrar la Eucaristía (como día de precepto que es) y disfrutar de un bocado dulce con la famosa tarta de Santiago. Pero ¿saben cual es el origen de este postre tan conocido y que sigue extendiendo su fama gracias a los miles de peregrinos que recorren cada año el Camino de Santiago y la degustan al llegar a la meta, tras haber dado un abrazo al Apóstol? Dicha tarta surgió, por primera vez, de la mano del clérigo Pedro de Portocarrero en 1577.
O sea, que la tarta de Santiago tiene nada más y nada menos que 448 años. ¡Cuánta solera! Un origen medieval para esta mezcla a base de almendras, huevos y azúcar, a pesar de que en Galicia no había almendros, pues sus frutos se importaban desde Levante para fines gastronómicos y terapéuticos, y sobre todo, eran consumidos por la clase alta. El clérigo Pedro de Portocarrero comenzó a elaborarla, la llamó “Torta Real” y la mencionó en una visita a la Universidad de Santiago. En aquel momento se solía servir fragmentada en dos porciones individuales y entre la clase alta.
Sin embargo, este dulce no se empezó a expandir hasta 1838, cuando apareció en un libro de recetas del militar y confitero Luis Bartolomé de Leybar, pasando a formar parte de la repostería de Galicia. Y se pasó a denominar “tarta de almendra”.
Eso sí, la cruz de la Orden de Santiago -hoy ya un elemento imprescindible en el aspecto visual de dicho dulce- no se le empezó a poner hasta 1924, y fue una idea de José Mora Soto, fundador de la pastelería compostelana Casa Mora. Este pastelero incorporó la figura de la cruz de la Orden de Santiago en la parte superior de la tarta, al cubrir toda la superficie con azúcar glacé menos el dibujo de esta, para darle un toque diferente respecto al resto de postres. Y así se mantiene en la actualidad, además desde el marzo de 2006, es un producto con Denominación de Origen Protegida.
Recuerden que la Orden de Santiago es una orden religiosa y militar que se fundó en el siglo XII en el reino de León y está dedicada a Santiago el Mayor, patrón de España. Su objetivo principal era el de proteger a los peregrinos del Camino de Santiago y defender los territorios cristianos de los musulmanes. Los Reyes Católicos incorporaron dicha Orden a la Corona de España en 1493 y el papa Adriano VI unió para siempre el maestrazgo de Santiago a la Corona en 1523. Es cierto que durante la Primera República se suprimió dicha Orden y con la Restauración quedó reducida a un instituto nobiliario de carácter honorífico, pero se extinguió con la Segunda República en 1931. Más adelante, la Orden de Santiago y otras se reactivaron y volvieron a nombrar caballeros con el rey Juan Carlos I (ahora la distinción la da el rey Felipe VI) y sigue destacando por los fines religiosos de alabanza a Dios, santificación personal y defensa de la fe. Todo esto no viene nada mal hoy en España, teniendo en cuenta la descristianización y cristofobia que impulsa el Sanchismo.
Es cierto que la historia de la tarta de Santiago es menos destacada que la del bombón Ferrero Rocher, que recuerda la cueva donde se apareció la Virgen María en Lourdes, pero es parte de la historia de nuestro país, que hoy celebra a su patrón. Y es que el apóstol Santiago es patrón de España, no sólo de Galicia.











